Me conociste disfrazado de hombre y jamás pude convencerte de que no soy uno. Me curaste y me brotaron las alas de nuevo y te pedí que salieses al patio a volar conmigo. Pero no podías. O no querías. O te daba miedo. Y me las volviste a arrancar para que me quedara contigo. Pero ni eso funcionó. Las noto ahora destrozándome la piel de la espalda.
Acabarás alzando el vuelo, así son las cabras, siempre tiran pal monte.
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