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31 ene 2011

Elevattoing


El viejo truco. Te metes al ascensor y pulsas el 12. Esperas a que se cierren las puertas y te bajas los pantalones hasta las rodillas. Si alguien llama al ascensor (lo cual es bastante improbable porque es un sábado a las seis de la mañana) probablemente lo hará desde el 0 y tendrás 12 pisos para vestirte tranquilamente pulsar por ejemplo el 4, bajarte, esconderte en el rellano y esperar a que el ascensor vuelva a estar disponible. Ella se ríe y no me deja quitarle la camiseta. Dice que hace frío. Se me caen un montón de monedas del bolsillo pero a quién le importa. Ventajas de ser pobre, el dinero es secundario. De todos modos probablemente no tenga más de un euro. El espejo del ascensor se empaña y pienso que estamos haciendo demasiado ruido. Pero también voy demasiado borracho así que me importa más bien poco. Estoy sudando como un maldito cerdo con todo este alcohol en el cuerpo. Ella se tambalea cuando intentamos cambiar de posición y se cae al suelo riendo. La ayudo a levantarse y seguimos. Cuando terminamos ella firma con carmín nuestros nombres en el espejo del ascensor mientras yo arrojo el condón por el tragaluz y meo en las macetas de algún vecino. Salimos a la calle y me pasa un cigarrillo medio aplastado. Pienso en que me gustaría fumarme un buen porro de costo barato, apaleado, antes de dormir. Después la miro, la beso entre los ojos y pienso que qué demonios. Hay drogas mejores en este mundo.

23 ene 2011

Y que no


Y que no y que no y que no. Que no ser el tirano no es ser el flan. Y que entre no elegir la vida y elegir un curro aburrido, casarte, tener hijos y simplemente “ir tirando” hay una diferencia abismal. Y que si sois blancos y negros yo soy el gris. Y que les jodan al optimista y al pesimista. Que el vaso no está ni medio vacío ni medio lleno, está a mitad. Y punto. No importa como tú lo veas porque el vaso está a mitad, y también puedes ver a las vacas de color amarillo pero son como son y no importa como las veas. Y que no. Que no me rindo. Y que si me caigo me soplo el polvo de las heridas y me levanto y sigo corriendo. Y que Jekyll no sabía besar como tú lo haces. A mí no me engañas.

16 ene 2011

Just can't get enough



(...)
-A mí me da pena-dijo llenándome la almohada de ceniza de cigarrillo. No se disculpó. Solo la sopló lejos.

-¿Pena?-pregunté mientras me encogía desnudo y helado bajo las sábanas

-Sí

-¿Porqué?-le dije mientras cogía un mechón de su pelo y lo agarraba entre el labio superior y la nariz.

-Porque es demasiado bueno como para no fracasar estrepitosamente en todo lo que se proponga-dijo mientras hacía círculos con el dedo índice en mi pecho

Me reí. Tenía razón.

-Me gustas-le dije- Y tus codos aún más

Y le mordí uno. Ella me llamó imbécil por vigésimo tercera vez en tres días.

-No-le dije agarrándole los mofletes- Me gustas porque puedo decírtelo a la cara. Sin pensar si es pronto o ninguna mierda. Contigo siempre me he sentido así. Seguro.

-Mientes-dijo ella- Solo dices que te gusto porque sabes que eso nos agrada a las mujeres

-No, a todas no-dije quitandole el cigarrillo- He conocido gente muy rara.

-Tu siempre conoces gente rara. Eso es porque eres raro-dijo besándome un párpado- ¿En qué quedamos? ¿Lo has dejado o no?

-He dejado de ser un adicto-dije mientras echaba el humo al techo. Y viendo su mirada añadí-Sí, que te voy a sablear

Ella me mordió el cuello y se me puso encima desafiante como una luchadora de Vale Tudo. Arrojé el cigarro y le dije:

-Además. ¿Para qué te iba a mentir? Ya te tengo en mi cama.

Y pensé que era tan increíble que tenía que aprovecharlo por si en algún momento despertaba sin más. Así que me abalancé sobre ella.

13 ene 2011

John Crawford Walker


Rascó la cerilla en el canto de su escritorio y encendió el cigarrillo. El fuerte y penetrante olor a tabaco negro barato impregnó la habitación con más intensidad. En cualquier caso el olor jamás parecía abandonarla del todo pese a los intentos de su secretaria. Cogió el whiskey y llenó una copa hasta la mitad, la alcanzó a su antiguo amigo sentado al otro lado de la mesa. Llevaba años sin tener la más mínima noticia de él. De hecho, llevaba años sin tener la más mínima noticia de casi nadie de los viejos tiempos. No le parecía mal, la vida cambia. Pero sobre todo la gente. La gente sí que cambia.

-Gracias Walker-dijo Shepherd. Aún le llamaba Walker. Hacía mucho que nadie le llamaba así. El mote había nacido a raíz de que se llamaba John y le gustaba abusar del whiskey. Shepherd bebió un trago en silencio. Los ojos de Shepherd recorrieron el despacho de Johnny. La mayoría de detectives privados de la zona tenían un despacho lúgubre y oscuro, sacado directamente de un libro de tópicos. John no. En las paredes había colgado recortes de artículos de periódico, incluso un poster de Bob Dylan. Y además, tenía secretaria. Le iba bien y no creía que tuviese que negarlo. Se preguntó qué había traído a Shepherd hasta allí, si no recordaba mal ahora vivía en Philadelphia. Probablemente quería pruebas de que su mujer le engañaba y esperaba que el viejo Johnnie se lo hiciese por el mínimo. Iba listo. John Crawford no hacía descuentos ni a su señora madre, Dios la tuviese en la gloria que jamás gozó en vida. Se echó hacia atrás el pelo grasiento y engominado con la mano del cigarrillo y tratando de parecer cordial preguntó:

-¿Y bien?

Shepherd se llevó el vaso a la boca y bebió un largo trago. Le dirigió una mirada profunda, estudiándole. Años atrás bromeaban con el hecho de que Shepherd podía leer el alma de la gente a través de su expresión. John rezó porque no fuese cierto.

-Te vi en la tele-contestó Shepherd. Y sacó un paquete de Marlboro de un bolsillo de la chaqueta. Después lo encendió con un gran encendedor de plata.

John se acordaba. Los medios le habían abordado y filmado mientras salía de la escena de un crimen muy importante.

-¿Salí guapo?-preguntó Johnny socarronamente mientras apagaba el cigarrillo en el cenicero de la mesa. Se estaba hartando de jugar.

-Se han cargado a Mike-dijo Shepherd de repente-Degollado en su propia cama.


Podéis leer el resto pinchando:

aquí

Espero que os guste mis pequeños monstruitos :)

7 ene 2011

Malformación en el feto


Es tan absurdo. Tan pequeño y tan…insignificante. Es como el pequeño detalle del plan que de tan ínfimo pasas de largo. Y ahora vas en un coche robado a 240km/h escapando de la policía con un maletín lleno de diamantes y se te ha olvidado llenar el puto depósito antes de cometer el atraco. Estás puteado. Me siento igual. Llevo toda la vida cuidándome, comiendo sano, haciendo deporte…es decir, sí, tuve mi época de beber casi todos los sábados y fumarme algún que otro canuto pero nada más allá de la que hemos tenido todos. Siempre fui responsable. Estudié duro y conseguí un gran trabajo que me encanta y por el que me pagan un huevo. Conseguí a la chica. Sí. Lo hice. Me costó sudor, lágrimas y sangre y muchos falsos intentos pero por fin conseguí a la chica que realmente era para mí. Todo perfectamente calculado. Los esfuerzos tremebundos obteniendo grandes resultados. Y ahora, el tipo este de gafas me lo repite porque le digo que no lo entiendo mientras Marta me aprieta la mano con fuerza:

-Hay una malformación en el feto

Simplemente absurdo. No lo entiendo.

4 ene 2011

Murcia: Tropical Zombies Place


Bajo las suelas de sus botas de trekking cubiertas de sangre reseca crujían los restos de lo que antiguamente habían sido botellas de vino bastante caras. Ahora no valían nada, como el resto de cosas que quedaban en la ciudad. Rafa suspiró y se cambió la barra de acero de mano. Algo le había impulsado a entrar en las bodegas, solía ir con su padre cuando era pequeño. Ahora allí solo quedaban escombros y el característico olor a muerte del que no podía librarse fuese a donde fuese. La “Casa Rambla” había sido anteriormente un negocio de éxito. Ahora el dueño yacía en el suelo muerto, con una herida en la cabeza provocada por un golpe fuerte y seco con una barra de acero de al menos cinco centímetros de grosor y unos ochenta de largo. El golpe se lo había propinado Rafa cuando el dueño intentó abalanzarse sobre él para devorarlo vivo. Rafa había adivinado con una lógica brutal, fría y calculadora que el dueño había sido infectado cuando con un grito grutal se arrastró por encima del mostrador y con una mano en la que solo quedaban dos dedos intentó agarrarle la camisa. También había otro tipo de detalles, tales como que el dueño tenía el peroné derecho parcialmente al aire porque donde debería haber estado su gemelo solo quedaban jirones sanguinolentos de músculo. Bueno, eso y que Rafa llevaba cuatro días sin ver a ningún otro superviviente. Rafa había visto bastantes películas sobre zombies, pero no importaba, nada en el mundo le hubiese preparado lo suficientemente bien para lo que estaba viviendo. Ni el virus T, ni comida contaminada ni pollas. Nadie sabía lo que pasaba. El virus se contaminaba mediante la saliva y la sangre y según lo que Rafa había observado sus efectos eran bastante parecidos a los que todos conocían. En primera instancia el virus, al entrar en contacto con la sangre del infectado y mediante alguna especie de neurotoxinas, lo paraliza. Después de unos diez minutos se produce un fallo respiratorio y renal y por último cardíaco. El individuo está clínicamente muerto. Pero entonces, los muy hijos de puta, tras unos treinta minutos en este estado, se levantan con asombrosa rapidez y fuerza y se dedican a atacar a todo bicho viviente con una fuerza que jamás conocieron en vida. Aunque Rafa tenía veinte y un años y había sido toda su vida de letras así que tampoco se fiaba demasiado de sus consideraciones. Las reglas del juego eran bastante simples: Mata o muere. Lo que todas las películas no contaban era lo sumamente difícil que era mantener la cordura. Miles de preguntas le invadían la cabeza sin que pudiese remediarlo, por más que lo intentase con todas sus fuerzas. Había una a la que había cogido especial odio y temor, que le asaltaba sin permiso justo en el momento antes de dormir. “¿Para qué sobrevivir?” ¿Quedaba algo en el mundo por lo que vivir? Al menos hasta la fecha su instinto de supervivencia seguía latente y quería creer que sí. Había conseguido seguir vivo una semana. Salió a la calle y corrió con los objetivos claros. Procuró no mirar hacia los lados, a los cientos de zombies que gritaban en las calles pidiendo algo que poder llevarse a la boca. Algo gomoso. Algo como él. Desenfundó el 9 mm que había arrebatado a un policía muerto y entró al bar. Echó un vistazo rápido mientras ponía el pestillo a la puerta. Solo el pestillo de momento. Terminó de examinar al bar. Ni rastro de zombies ni ningún lugar por el que pudiesen entrar. Listo. Rafa cerró la persiana. Abrió la mochila que llevaba a la espalda y sacó un tupper que había llenado con el jamón más caro de El Corte Inglés de Gran Vía. Se echó mano al bolsillo del pecho de la camisa, y lo encontró vacío. Agarró uno de los taburetes que yacía en el suelo cubierto de polvo y sangre y lo destrozó contra la máquina de tabaco. Agarró unos cuantos paquetes de Fortuna y se los metió a la mochila. Encendió uno y paseó por el bar. No pudo menos que reírse con una risita irónica de lo poco que había durado la ley anti tabaco.

Feliz año