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14 mar 2016

"De los mejores sistemas sanitarios del mundo" (I)



Durante la pasada campaña y en los debates posteriores, son muchas las cosas que han llamado mi atención, pero hay una en concreto que siempre me hacía arquear una ceja: Son muchos los políticos que se dan golpes en el pecho hablando de nuestra Seguridad Social.


Mientras les veía uno tras otro en televisión, mostrándose orgullosisimos del sistema de salud español, no podía evitar pensar: “¿Y cómo estarán en otros países?” Y, aún más importante; “¿Van nuestros políticos a la SS?”. Lo dudo. Para mí, como para la gran mayoría de vosotros, la Seguridad Social es esperar una media de cuarenta minutos para entrar a consulta, sea la cita a la hora que sea. Para mí la Seguridad Social es la Arrixaca hasta arriba un miércoles por la noche, la sala de urgencias a reventar, alguien gritando de dolor en una esquina, y un pobre celador, que es el único con pelotas para dar la cara, diciéndole a la familia que lo siente pero están hasta arriba y que “el doctor le verá en cuanto pueda”.


Me preguntaba yo, viendo al señor Rivera hablando tan orgulloso de nuestro sistema de sanidad en La Sexta Noche, si no iría él a la Mutua. Lo digo porque, entre otras decenas de experiencias, a servidor le salió un quiste en la frente que han tardado 10 meses en extirparle quirúrgicamente. Desde la primera visita al centro de salud, cita al especialista, cita de nuevo tras el análisis pertinente y, por fin, cita a quirófano. Vale, quizás tener un bulto benigno en la cara no es nada urgente y puedo esperarme. No es ningún problema de salud como tal. Vale, sí.


Otro caso, entonces. Mi hermano, con problemas digestivos que persisten, va al ambulatorio en Noviembre y allí le dan cita para el especialista. Para Abril. Diversas enfermeras comentaron con mi madre que, siendo los problemas que eran, se olvidara de guardar filas y acudiese directamente a Urgencias. Que los trabajadores eran los primeros que conocían el estado del sistema y era el mejor consejo que podían darle.


Cabe preguntarse por qué estas listas de espera en un país cuyos licenciados en Enfermería y/o Medicina están emigrando para buscar trabajo porque aquí no hay. Parece de gilipollas, ¿no?


El caso es que decidí, aparte de escribir esto, claro, bucear un poco por la red. Vaya, los usuarios de la seguridad social española no somos los únicos que han debido arquear la ceja al oír eso de “uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo”. Seguro que los periodistas encargados de escribir esto o esto también han arqueado bastante las cejas. Vaya, no sólo no estamos entre los primeros del mundo si no que tampoco somos, ni de coña, de los primeros de Europa.


Políticos que no van a la Seguridad Social pero que tampoco leen los periódicos.


Hace muy poco, también, un amigo de mi Facebook se quejaba de que había pedido cita para el especialista y se la habían dado para dentro de tres meses y medio. Aparte de las (muchas) voces de apoyo que le contaban casos similares, alguien le llamó “quejica” porque decía que “en EEUU están peor”. Pues vaya… ¿es esto lo que nos espera con la Globalización (sí, en mayúscula porque me parece lo suficientemente importante como para llevarla) y con Internet? ¿Una población cada más idiotizada por la falsa empatía de consumir masivamente información sobre el gigante del que nos separan miles de kilómetros y haciendo como propio aquello de “mal de muchos…”? Quizás, de aquí a poco, cuando alguien se queje de sus condiciones salariales le señalaremos Corea y le diremos que no se queje. Ya pasa desde hace mucho con el “vete a Cuba” y es el nuevo argumento de la derecha joven y rancia que no lo es por ideas propias y repite sistemáticamente aquello de “pues en tu querida Venezuela…” como si por haber votado al partido de Monedero hubiesen recibido una sustanciosa comisión de aquel millón de euros. Ya lo estoy viendo; un mundo futuro en el que cuando llueva y alguien se queje siempre habrá alguien cerca para decirle: “Pues si vivieras en Suecia…” o en el que una madre desconsolada, llorando en televisión, que cuenta lo mal que lo está pasando su familia por la adicción a las drogas de su hijo, alguien de entre la televisión le señala que “al menos su hijo no se mete Krokodil de ese”. Cuando en reportaje de investigación hablen sobre una banda de traficantes de cocaína siempre habrá un experto que saldrá a comentar que en América Latina se matan en las calles, que aquí no, o al menos no por costumbre.


Oh, Globalización, a que maravilloso mundo auguro que nos conduces.

7 mar 2016

La "casta" de la izquierda


Existen. Están ahí, entre nosotros. Es algo aparentemente simple, llano y obvio que, sin embargo, solemos olvidar demasiado a menudo. La casta de la izquierda es una realidad. Todos la conocemos, está ahí. Izquierda Unida en sus partidos municipales está llena de ellos. Pablo Iglesias lo es, de lejos además. Puede que levante ampollas esta afirmación pero dejadme explicarme:

Pablo Iglesias es hijo de una abogada sindical y un inspector de trabajo. Su abuelo fue uno de los fundadores de UGT y....un momento, un momento. ¿Me estáis diciendo que el abuelo de Pablo fue uno de los fundadores de UGT y su hija acabó como abogada sindical? Oye, pues se lo habría ganado. Pura y total casualidad. De hecho todos sabemos que los sindicatos, como la mayoría de empresas privadas o los puestos que da el estado, funcionan con unos procesos de criba muy duros en los que poco o nada influye quién señala tu currículum con el dedo ni cuáles son tus apellidos. ¿De qué os réis? ¿No estáis de acuerdo?

Estudió derecho en la Universidad sin tener que compaginarlo con un curro de mierda para pagarse la carrera, pero eran otros tiempos. Las tasas no habían subido al nivel que están ahora. Dos años después de terminar derecho terminó ciencias políticas. Lo que se dice un representante del pueblo, alguien de la calle. Un representativo ejemplo más del resto de vecinos de Vallecas que tienen dos carreras… Encontró trabajo en CEPS precisamente por ser de izquierdas y haber militado en el Partido Comunista, entre otras cosas. No digo que no diera la talla, pero el que crea que mientras revisaban su currículo encontrar que fue militante de izquierdas no influyó es simplemente un necio.

No ha pagado alquiler en su vida pues vive en casa de su abuela y jamás ha salido de la universidad. Ahí entró tras terminar el instituto y ahí siguió hasta 2014. Sin catar jamás lo que es ser becario para un hijo de puta. Vamos, como cualquiera de la generación y pensamiento que dice representar.

Todos lo sabemos ya, de sobra además. La casta de la izquierda existe. Dejando de lado al señor Iglesias, siempre los hemos tenido enfrente. Son esos de tal partido o sindicato que no voy a nombrar que intentan irse del bar de mi colega sin pagar tras acogerles allí para una reunión, porque el simple hecho de que pisen su bar debería ser suficiente para él, pobre comunista que debería sentirse honrado de que los comunistas que han triunfado en el capitalismo le necesiten. Son aquellos que no se han manchado las putas manos en su vida pero se posicionan como “representantes del pueblo”. El pueblo no cobra 2.800 fijos + comisiones por lo bajini, hijos de la gran puta. Al pueblo no le pagan millones de euros por asesorar a ningún gobierno.

Seáis de izquierdas o no, sois pura casta.

9 feb 2016

Nosotros también necesitamos ayuda. (I)

Nosotros también necesitamos ayuda. Es cierto. De todos los comentarios derivados de artículos derivados del programa de Évole de este domingo me ha gustado (especialmente) este en concreto de Ana Pérez, que por no reproducir en su totalidad prefiero adjuntar como captura.


Necesitamos ayuda por dos razones que no son sino la misma. Nosotros también estamos atrapados dentro. Y con esto no quiero decir que los hombres lo pasen peor atrapados en los roles impuestos por el heteropatriarcado (porque no es “sólo” un patriarcado) que las mujeres, pero tampoco quiero decir lo contrario. Y no lo digo por la sencilla razón de que nunca he sido todos los hombres de España y todas las mujeres al mismo tiempo. Pero, enserio, estamos atrapados dentro desde que hemos nacido. Y ha sido una jaula que se ha levantado muy poco a poco, con barrotes apenas visibles, y durante toda nuestra etapa educativa por lo que apenas podemos verla. Es una jaula que nos han puesto nuestros padres y madres, abuelos y abuelas, profesores y profesoras paso a paso, frase a frase, gesto a gesto, por la sencilla razón de que ellos también están dentro.

Es una jaula de barrotes finos que se hilan cuando un niño vuelve del cole con un ojo morado de una pelea y lo primero que pregunta su padre es: “¿Y tú, cómo has dejado al otro?” y si no obtiene una respuesta satisfactoria para su orgullo entonces interpela al crío un: “Es que tienes que defenderte, hijo”. Dejándonos muy claro desde muy pequeños que el problema no es la violencia, si no que nosotros no somos lo suficientemente machos para ejercerla. El problema no es la dominación que se vive en el patio de preescolar si no que somos los sumisos. Es una jaula en la que cada gesto a priori insignificante es un ladrillo más. Ver a tu padre frenar el coche en una curva para mirar a una chavala 30 años más joven no es sólo algo normal, si no que uno desde bien niño empieza a comprender que es lo que él mismo deberá hacer algún día.

Es una jaula en la que te meten tus titos cuando empiezan a contar chistes de coños pero regañan a su mujer si cuenta uno de pollas. Una jaula en la que creces, porque desde que eres bien niño la televisión ya te ha contado que el secreto es acumular objetos que ahora mismo no valoras pero lo harás al ser hombre: un coche de lujo, un reloj de oro, una mujer cuyas generosas tetas parecen cogidas de un cuerpo diferente al de su plano vientre. Coche caro = Mujer buenorra. Reloj caro = Mujer buenorra. Camisa de lujo = Mujeres buenorras con estilo. ¿Cómo se compran las cosas caras? Con dinero. ¿Qué hace falta para ganar dinero? Trabajar. Hilos que se entremezclan pero que provienen del mismo ovillo. Trabaja, niño, que algún día tendrás que mantener a tu familia. Esa familia que formarás con aquella niña de 7 años que juega en el parque a pasear en carrito a bebés de plástico, practicando para que algún día pueda hacer lo mismo mientras tú trabajas para darles de comer a ambos.


Es una jaula en la que te meten todos tus profesores de lengua al levantarse, avanzar hacia la pizarra y, señalando la frase desglosada sintácticamente dicen: “¿Quién fue a la piscina? Él fue a la piscina”. Sin embargo en la frase en la pizarra no hay ningún “él” escrito, ni tampoco un “ella”. Es una jaula en la que te meten cuando te dicen que las niñas pueden llorar al caerse del tobogán pero tú no. Y, claro, tú nunca has sido una niña pero supones que les dolerá más. Y alguien te reafirma cuando te dicen que vale, que empujes a Juan al barro y le tires el balón a la boca, pero no tires a Martita del pelo cuando juegas con ella “que es una niña y las niñas son delicadas”. A las niñas hay que tratarlas como a flores y a los niños como a troncos.

De adolescente todo empieza a empeorar cada vez más y más. No llores con pelis de amor. No llores cuando te sientas triste. No llores cuando te sientas profundamente solo. No llores cuando sufras una ruptura, en lugar de ello ve a beber whiskey y liarte con otra que acabes de conocer y te importe una polla. Porque al fin y al cabo…¿es lo único que querías de la otra de todas formas, no? ¿No sabes jugar al fútbol? Mmmm...pues eso debe ser porque eres maricón, porque los “hombres de verdad” sí que saben. Porque existen hombres de mentira y de verdad, si es que te acabas de enterar. Y los homosexuales son de mentira, aunque tengan más pelo en el pecho que tú (el pelo en el pecho se relaciona con la testosterona y esta con la supuesta virilidad). No sigas la moda. Un hombre “de verdad” no sabe cuál es la diferencia entre el cían y el magenta, pero entrénate para reconocer a 100 metros de distancia si esa corbata es de una firma o de otra o los ejecutivos jamás te querrán entre los suyos.

¿Se te da mal el bricolaje? Que lástima. Siempre podrás casarte con una “machorra”, cacho maricón. No puedes saber cuando un tío es atractivo, las mujeres reconocen a las otras mujeres que son guapas porque tienen otro ojo. Los tíos lo mismo vemos a Brad Pitt que a Nicolas Cage y nos parecen exactamente iguales… ¿No te pasas el día cachondo y mirando tías por la calle? ¿Te parece mal ir de putas? ¿Que no le miras las tetas a la secretaria de tu jefe? Pero…¿qué clase de tío eres tú?

Estamos atrapados aquí dentro con vosotras. Rodeados de “ellos”; los hombres “de verdad”.

Y estamos atrapados en todos los sentidos. Estamos atrapados porque somos insalvables, lo siento si alguien tenía la más leve esperanza. El bombardeo masivo desde la más tierna infancia y la educación que nos han proporcionado son irreversibles. Algunos tenemos que pararnos a pensar cuando nos señalan con el dedo y nos dicen: “Eso ha sido muy machista” y contestamos: “¿Enserio?”. Y no es hasta que cerramos los ojos y pensamos que somos una mujer y volvemos a escuchar nuestro propio comentario que nos quedamos callados. Necesitamos ayuda, pero no os la vamos a pedir a vosotras, mujeres, por la sencilla razón de que somos hombres.

ESTAMOS ATRAPADOS AQUÍ DENTRO.

18 ene 2016

Gracias por votar al PP




Gracias padres, madres, abuelos, abuelas, hermanos e hijos que habéis votado a PP. Gracias, enserio. Gracias de parte de todos aquellos que trabajan 40 horas semanales con contratos en los que sólo figuran 20 horas a cambio de 600 euros de mierda. Gracias en nombre de aquellos que llevan trabajando ya un año y medio, saltando entre contrato de prácticas curriculares a extra curriculares. De contrato de 750 horas de prácticas en las que se echan el doble a jefes que se frotan las manos porque empieza un nuevo curso académico y te pueden contratar otras 750 horas a través del COIE. Gracias de parte de aquellos que saltaron entre contratos basura, becas Santander y demás trampas durante años y ahora por fin “gozan” de su contrato laboral a jornada completa, con todo bien atado y su sueldo de 850 euros/mes, que “para los tiempos que corren”, la verdad “que está muy bien”. Gracias a los que llevan la empresa de su jefe por 1.200 euros, a los que llevan 2 años sin cogerse un día libre por temor a encontrarse a un becario de prácticas en su mesa cuando vuelvan.

Gracias padres, madres, abuelos, abuelas, hermanos e hijos que habéis votado a PP. Gracias de parte de los que terminaron periodismo y se fueron a Leicester a currar en un McDonald’s. Gracias de parte de mis amigos enfermeros en Londres. Y del que está en Berlín. Gracias de parte del que se va a Brest. Del que se fue a Munich pero no aguantó. De parte de los arquitectos que viven en favelas en Brasil. De los periodistas en Chile. De los ingenieros en Suiza. Y los de Dinamarca. Los investigadores de bioquímica que “de tan buenos que son” (como dicen sus abuelas) están en EEUU refugiados los sábados por la noche en el piso escuchando sirenas de policía. Que si quieres ganar pasta de verdad te vengas pa Colombia, Manuel, que yo te lo preparo tó. Y si te compraste una grúa antes de que la burbuja estallara vente a Guinea a currar con ella que te la alquilan por un pastón, que tienes tres hijos en la universidad, tío. En Marruecos nos estamos moviendo mucho, Ricardo, yo voy siempre con un moro que se llama Ahmed que es muy majo y me hace de traductor. Menudos chanchullos gastan por aquí, mucho más españoles que en el norte

Gracias por votar a Pepe. Espero que vuestra familia y amigos estén contentos con vuestra decisión. 

Enserio, muchas gracias. Les habéis echado de España.

Crítica "El Girasol": Como en casa


Anoche decidimos salir a cenar para celebrar el cumpleaños de mi pareja. Como ella es vegetariana y siempre está haciendo sacrificios por mí decidimos ir a un vegetariano. Nos habían hablado muy bien de “El Girasol” así que allá que fuimos. La primera impresión que me causó al llegar fue muy buena. Me gustaban mucho los cuadros que colgaban de la pared, el mantelillo gracioso de papel con dibujitos que tenían puesto en las mesas y el rollo que le daba el local tan pequeño y cuidado. La chica que nos atiende es majísima y nos indica que nos sentemos donde gustemos ya que el local está vacío a excepción de un chico que cena solo en una esquina.

Tras echar un vistazo a la carta y con la caña de rigor ya en mano nos decidimos a pedir de entrante para los dos las fajitas de tortitas de maíz y ceviche de aguacate y persimón. Mi pareja pidió de principal la tartaleta marroquí vegana y yo el chop suey de tallarines con shiitake, seitán y verduritas varias. El entrante viene y tiene muy buena pinta, es básicamente una tortita de maíz con verdura por encima y puesta sobre una base de distintos tipos de lechuga. Bastante pequeño para costar 8 euros, pero muy rico. Me como mi mitad en exactamente tres bocados mientras rezo mentalmente que los tallarines que valen casi 9€ sean contundentes porque después del entrante tengo más hambre que antes. Aunque, ¿en eso consiste un entrante no?

Vienen los platos principales, la tartaleta y el chop suey de tallarines. La tartaleta es pequeñita también pero la ración de tallarines es generosa así que suspiro aliviado. Con un sólo vistazo al plato ya sé lo que me voy a encontrar, exactamente lo que el nombre promete: tallarines con verduras. Y eso es lo único que puedo decir del plato, un chop suey básico que cualquiera podría cocinar en casa y en el que las shiitake son cuatro pedacitos pequeñitos que al principio me cuesta encontrar. Eso sí, muy bueno, aunque tampoco tenía mucho misterio, claro. Mi pareja está gozando con la tartaleta y me insta a probarla. Deliciosa. Muy pequeña para mi gusto pero buenísima. Como tenemos aún un poco de “fome” nos decidimos a pedir un postre para cada uno en lugar de uno a medias como acostumbramos.

La chica nos los recita de memoria y todos suenan a manjar de dioses. Me decido por la tarta de queso (100% fan, he probado todas las que he podido) y mi pareja por el bizcocho de zanahoria con cobertura de chocolate, aunque cuando llegan los postres comprobamos que las chicas nos los han partido en dos para que probemos ambos. Me encantan los pequeños detalles de la gente maja. La tarta de queso tiene una pinta espectacular y cuando la pruebo compruebo que me he quedado corto. Esto es jodida ambrosía si me perdonáis el taco y la manida comparación. Me como mi trozo en segundos. El bizcocho de zanahoria está muy bueno pero me lo estropean un poco las nueces, no son santo de mi devoción las nueces. Mi pareja sin embargo disfruta cada bocado.

Partimos y la conclusión es unánime. En alguna crítica al restaurante que he leído en Tripadvisor algunos clientes decían que era como comer “en casa”. Pues es eso exactamente el restaurante, todo muy bueno pero lo podría haber hecho yo mismo en mi casa. Y además, qué cojones, me hubiese hecho los tallarines con unas gambitas salteadas.

Crítica "Metal Gear Solid V: Phantom Pain": Kojima se cree que sois tontos.


Igual no soy una voz imparcial porque me he comprado la Playstation 4 hace un par de meses y venía con el Metal Gear Solid V: Phantom Pain así que no puedo compararlo con otros videojuegos de la plataforma, pero hay un momento en el que voy con Big Boss a caballo por las montañas de Afganistán en el que giro la cámara y miro el paisaje a mi izquierda y se me cae el cigarrillo de los labios de tanto que se me abre la boca. Que gráficos. Yo que me corría viendo a Solid Snake cambiarse el traje de submarinista en el ascensor del MGS I ahora mismo estoy...el éxtasis que sintió Santa Teresa debió ser algo parecido. 

El salto que ha dado Metal Gear Solid al nuevo trending de los mundos abiertos en videojuegos me tenía un poco inquieto. No es que desconfie del equipo ni de Kojima pero no veía bien como una saga en la que la máxima siempre ha sido una perfecta y sólida historia lineal podía compaginarse con un mundo de total libertad. Pues bien, el resultado es...entre la decepción, el asombro y un encogimiento de hombros resignado de “lo que me esperaba”. Me cuesta mucho hablar en profundidad del juego porque es vasto, vastísimo. Tras el episodio 0 que sirve de intro nos vemos con Big Boss en Afganistán, con una región de kilómetros y kilómetros explorables en los que hay una cantidad de misiones secundarias y objetivos ocultos increíbles. Las primeras horas de juego estoy disfrutando como el niño que soy de esta última entrega de la saga. La historia pinta muy atractiva y el hecho de “currar” codo con codo con Ocelot, además de muchos más detalles y guiños para los más veteranos de la serie, es una delicia. La jugabilidad es básicamente la que acostumbramos en la saga, incluyendo el escoger los ítems al pulsar el cursor izquierdo y muchos más controles que se han mantenido desde la primera entrega y que nos tocan la fibra sensible a muchos de nosotros.
Por supuesto se han añadido multitud de funcionalidades como la de robar y conducir vehículos, realizar las misiones con compañeros tan dispares como caballo, perro o robot,la Mother Base, los interrogatorios… Se ha perdido el clásico radar de la serie, pero se mantiene el Códec aunque ya no se llame así, y en su lugar lo que podemos hacer es “marcar” enemigos. Teniendo visible su situación incluso a través de paredes. Lo hace todo más fácil (incluso) que el radar. Sin embargo, llegado a cierto punto del juego, concretamente cuando tengo que probar dos compañeros nuevos (Quiet y D-Walker), tengo decenas de mejoras para las armas e items que aún no me puedo permitir, me veo sobrepasado e intuyo algo de lo que se viene encima. “Le han metido mucha morralla” pienso.
Ni me lo imagino. De repente me atasco en cierto punto de la historia principal y comienzo a realizar las secundarias. Que sorpresa cuando empiezo a encontrarme “Rescata al soldado 08”, “Elimina al tanque 05”, “Extrae al armero legendario bis”. ¿Enserio? Entiendo que en un juego de estas características el tema de meter más de 150 misiones secundarias se hace complicado. Bien, pues no las metas. La historia, que apuntaba alto, se va diluyendo entre conspiraciones que de tan épicas se quedan en risibles. ¿Cómo puede ser que SkullFace pretenda crear un virus que extermine el inglés (y sus hablantes, claro) de la faz del mundo? ¿Pero qué pollas…? El “malo final” no es si no un refrito en forma de un joven Psycho Mantis controlando al Metal Gear con más parecido al de la primera entrega que ha dado la saga. Los jefes finales en general son facilones y sin carisma (los Skulls molan claro, pero más molaría que tuvieran un breve atisbo de inteligencia). Y es que los puntos fuertes del juego son guiños u homenajes a las entregas pasadas. Liquid de joven, Psycho Mantis de joven, Ocelot de joven, una francotiradora cuyo mayor logro en la historia es recordarnos (demasiado) a Sniper Wolf (tras derrotarla pasa a ser nuestra compañera y podemos vestirla como a la mismísima Wolf), un tal Emmerich que no es otra cosa que un refrito de Otacon… en fin.
Al contrario que al resto del gremio no me ha parecido, ni de lejos, la mejor entrega de esta saga. Sí que la jugabilidad es apasionante y contamos con un arsenal y una tecnología (que por cierto no existía en el s.XXI en otras entregas de la saga pero sí en plena Guerra Fría WTF) muy jugosas tanto para jugar al estilo infiltración y sigilo como para entrar en plan comando en las bases enemigas, con el helicóptero bombardeando a los enemigos, el camuflaje óptico activado y disparando una metralleta del tamaño de un lobo joven. Por tanto, la entrega se disfruta, no quiero insinuar lo contrario. Pero, ¿la mejor entrega de la saga? Venga, hombre, iros a cagar periodistas y youtubers. Por suerte, alguno hay por ahí que comparte mi opinión de que es el peor de la saga.
Desapasionado ya del juego me decido a terminar aunque sea sólamente la historia principal cuando, tras derrotar al puto Salehontronosecuantos aka el nuevo Metal Gear controlado por el joven Psycho Mantis, me dispongo a ver el final más insulso de la historia de la saga. Y, vaya, sorpresa, en un video-trailer se me informa de que sólo he completado la primera parte del juego. Qué cojones. Mejor dejarlo enfriar, pasar una semanita jugando a otras cosas y retomarlo, no vaya a ser que me haya precipitado al pasarme las últimas 4 horas de juego repitiendo en voz alta: “Menuda mierda”.
Una semana después me encuentro con que tengo dos misiones “nuevas” en la citada segunda parte. Son dos misiones que ya he completado pero en nivel extremo. Olé tus cojones ahí Kojima. Esto me lo tomo como algo personal. Se están riendo de mí. No hay otra puta explicación, se están riendo de mí. La segunda parte avanza así, con alguna misión nueva que no es más que un reciclado del sistema que ya conocemos de sobra en las anteriores horas de juego (rescata a no-sé-quién, destruye tal mierda, bla bla bla) y en los escenarios viejos. Pues tus muertos. La segunda parte transcurre así, con un jugador enfadado que sólo avanza por ver si hay un final resolutivo en esta historia. Sorpresa otra vez. No, no hay ningún final a esta puta mierda. Una escena en el espejo nos muestra a Big Boss, al que durante todo el juego no le hemos notado ni un ápice de la supuesta maldad que debería desprender como malo malísimo de la saga, algo enfadado y con todas las papeletas de liarla nuclearmente hablando en unos añitos.
Muy desaprovechada esta entrega, que podría haber rematado la consolidación de la saga como la mejor de espionaje de la historia. Un poco de ambigüedad en torno a si en realidad Big Boss es “malo” o simplemente acabará siendo “enemigo” de su hijo Solid Snake porque este trabaja para el gobierno...ese tipo de cosas. A Ocelot se le ve con la cabeza muy fría también, ni idea de en qué punto se transformará en el que conocimos en la primera entrega. A colmo de males creo que es el videojuego con los peores jefes finales del año, como mínimo. De hecho adjunto captura de pantalla de Wiki Metal bastante risible si se compara con el resto de entregas.
"(Otra vez)" es la definición perfecta del juego.

En resumen, jugarlo es muy disfrutable al principio, pero la experiencia va cayendo en picado hasta que el jugador, hastiado, decide probar “gilipolleces” como entrar en un campamento enemigo disparando con un lanzamisiles mientras grita: “A tomar por culo el sigilo”.
La historia, fatal, horrible. Progresiva también, cayendo lentamente hasta ese horrible momento en el que uno se da cuenta de que está pasando las escenas de video en un Metal Gear porque no le importan. No quería averiguar cómo era esa sensación. Estaba mejor sin ella.

Gráficos, la polla bendita, claro. Pero sólo faltaba. Duración, excesivamente súper-excesiva. No lo compréis (y menos por 70 pavos) pero si algún colega lo tiene, pedidle que os lo preste. Aunque sea por “cerrar” la saga.

Sí, voy a empezar a escribir sobre videojuegos. Y como me anime, hago video-críticas y todo.