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12 may 2011

Troubling



El problema es que todos se creen demasiado buenos en esta mierda. Y me preguntan: "¿Tú es que nunca descansas?". Y eso es lo que me da miedo. Que sí, que claro que voy a descansar coño. Cuando esté muerto.

Marta escuchó un ruido a su izquierda y sacudió la cabeza con fuerza para alejar sus pensamientos. Desde un largo pasillo un zombie tambaleante se dirigía hacia ella. Sonrió. Sería buena ocasión para probar su nueva adquisición. Se colocó la escopeta en la cadera y la clavó con fuerza para evitar que el retroceso la echara al suelo. No eran armas hechas para nadie que midiese un metro sesenta y pesase cincuenta kilos. Esperó a que el zombie se acercase más. Cuando estuvo a cinco metros le apuntó al pecho. El zombie era, o había sido, un hombre. Marta pudo adivinar por lo poco que quedaba de su cara y los jirones rubios de lo que antaño había sido su cabello que se trataba de un hombre guapo. Se imaginó la cara de tantos cerdos que le habían tocado el culo en el bar, contuvo la respiración y apretó el gatillo. No estaba preparada ni de lejos. La escopeta apenas tuvo retroceso, quizás porque era una versión muy moderna y porque a las armas de la policía las dotaban de una estabilidad especial. Aun así, nunca supuso que su poder destructor sería tanto a tan corta distancia. El pecho del zombie se hundió literalmente hacia dentro primero y después un agujero enorme apareció en su torso rezumando sangre oscura a borbotones. El zombie apenas tuvo espasmos en el suelo. Un solo disparo. Marta casi dio un salto de alegría. Estaba harta de tener que disparar al menos 4 o 5 balas a uno de esos hijos de puta para que muriese en paz. Escuchó un crujido a su izquierda y se quedó helada. Las décimas de segundo que tardó en volverse le parecieron años mientras rezaba porque el zombie estuviese lo suficientemente lejos. Estaba a dos metros. Apenas tuvo tiempo de fijarse en él o apuntar antes de apretar el gatillo. Sus dedos descompuestos estaban tan cerca que Marta casi podía sentirlos rebuscando en sus órganos. El disparo le acertó en el cráneo. El resultado fue como el de arrojar una gran y enorme sandía desde un quinto piso contra el suelo. El cráneo del zombie estalló en una lluvia de fluidos, sangre y lo que parecían trocitos de hueso. Marta cerró los ojos y respiró profundamente, intentando no llorar ni caer en un ataque de ansiedad. ¿Cómo había sido tan estúpida? Ni siquiera había asegurado la zona y se ponía a leer los últimos escritos de lo que probablemente a estas horas era un difunto. Un difunto desconocido como los miles que habría por toda la ciudad. Abrió los ojos y se movió con destreza hacia la puerta, intentando olvidar como por su piel resbalaban camino al suelo trozos de cerebro y hueso. Sobre todo se obligó a no pensar en cómo llevaría el pelo.

3 comentarios:

  1. Mola leer cosas diferentes de las cosas que soy capaz de escribir. Quiero sangre, Virus, y la quiero a montones! :D

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  2. Lo del pelo es muy importante. Fundamental, diría yo.

    Ya te echaba de menos por aquí, el otro día pensé que hacía mucho que no te leía. Fíjate, voy a pensarlo más a menudo ;)

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  3. Me gusta leer cosas diferentes de las que soy capaz de escribir. me ha gustado! Me ha recordado a uno de tus proyectos que espero que estés realizando ;)

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