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1 may 2011

Doble ración


-No sé, nunca me han ido los macarras, excepto tú-dijo ella-Ni siquiera sé porque seguimos viéndonos

-Yo sí sé porque quiero seguir viéndote-dije

-Y yo porque quiero seguir viéndote a ti-dijo ella-Pero, no sé, es solo que siento que no deberíamos

-¿Porque hacéis eso?-dije-Tu y todo el mundo hacéis lo mismo

-¿El qué?-preguntó Vanesa recostándose sobre el banco

-La razón y las emociones son diametralmente opuestas-dije-¿Por qué os empeñáis en mezclarlas? ¿No es más fácil hacer lo que te gusta sin pensar el porqué te gusta? No se puede mezclar razón y sentimiento. Solo provoca dolor.

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Me gustaría que hubieseis estado allí para contemplarlo. No con vuestros ojos si no con los míos. No con vuestro corazón y vuestra alma si no con mi corazón y mi alma. Arrojé la gabardina a un lado, dejé la espada en el suelo y las pistolas en el primer cajón de la mesilla. Y me senté en el borde de la cama. A mirarla. Yacía de lado, apenas tapada con la fina sábana y en ropa interior. Las luces del alba ya despuntaban por la persiana entreabierta. Su larga cabellera desparramada por el colchón y sus suaves y deliciosos muslos blancos. Su boca. Su respiración acompasada mientras dormía. Era la perfección. La perfección se llama Vanesa. Me quité el coletero y los pantalones y me metí a la cama.

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