Estoy en el balcón fumando. Pensativo. Giro la cabeza y
escucho sus leves ronquidos. No son exactamente ronquidos. Se nota que es fumadora
cuando duerme. Estoy hablando contigo otra vez. Me imagino que te cuento todo
eso que sólo soy capaz de hablar contigo. Que estoy tomando un café contigo,
sin importar cómo hemos llegado a esa situación. Sabes que siempre he sido así,
odio las introducciones. Nunca sé cómo empezar un relato. Justo en medio. Justo
cuando empiezan a pasar cosas. ¿Qué sentido tiene todo lo demás? No importa si
nos cruzamos por la calle o si me llamas porque quieres verme. El caso es que
estamos donde siempre, tomándonos un café. Hace años que no piso ese “donde
siempre”. Imagino que estamos ahí, tomando café, y yo te cuento que me he
vuelto a follar a otra por algo que escribí sobre ti. Y tú mejor que nadie sabes
cómo me siento con respecto a ello. No sé cómo ocurrió esta vez. Pensé en ti
como estoy haciendo ahora y escribí una gilipollez demasiado romántica para que
fuese cierta. La balanza no deja de desnivelarse. No sé cuántos años hace que
no escribes sobre mí pero yo a veces siento la necesidad de contar algo sobre
ti. Y vuelvo a hacerlo. Siglo XXI. 2013. Pero otro niño muere en Tailandia. Manda
cojones. El caso es que al día siguiente tenía todo lleno de mensajes de
mujeres que no conocía. Ya sabes, la mierda de siempre. Tías que me confunden
con lo que escribo. Pero no voy a ser yo el que las saque de su error, o al
menos no antes de follármelas, claro. Sí, sigo siendo así. No puedo evitarlo,
¿qué cojones quieres que haga? Todavía salgo de fiesta y me presentan al colega
de un colega y cuando empieza a hablar de lo último que leyó sobre mí me dan ganas
de vomitarle en la boca. ¿Por qué me costará tanto abrirme a la gente? ¿Por qué
no me dejan en paz? Como si yo me desangrase en el cuaderno para que me palmeasen
la espalda. Me desangro en un folio por no manchar el suelo, que mi madre se
enfada. No escribo sobre ti para que otra me considere profundo y sensible y
venga a chupármela. Vuelvo a mirar hacia atrás y pienso que la chica que dormita
en mi cama me la puedo ligar cualquier noche en cualquier bar sin hacer
referencia a que escribo. Sí, estoy seguro. Y ya sé lo que piensas porque me lo
has dicho muchas veces. Sé que si otros ligan por guapos o simpáticos por qué no
ligar yo por escribir bien. Al fin y al cabo el que es guapo lo es sin mérito y
yo me curro lo mío. Pero algo le sigue fallando a tu hipótesis. No me parece
justo. No sé definir el por qué exacto pero no me parece justo ni de lejos.
¿Será el karma? Y en tal caso, ¿se supone que es una recompensa pero estoy tan
jodido que no soy capaz de disfrutarla o realmente me han enviado todas estas
mujeres como castigo? No sé qué me pasa con las insatisfechas y las locas. Soy
como un puto faro para ellas. Se creen que las voy a salvar o alguna mierda así.
¿Y a mí quién me salva? Pregunto. De repente caigo en que no estoy hablando
contigo. Estoy desnudo en el balcón fumándome un cigarro. Ni siquiera me quedan
porros. Llevo un buen rato con el cigarrillo a mitad apagado entre mis dedos.
Lo tiro a la calle y me marcho con gesto agrio a la cama. Yo seré un borde pero
esta chica me está quitando la cama. Me acuesto a su lado y rezo a todos los
dioses que conozco pidiendo que no me abrace mientras duerme. No lo hace. Por
un momento recuerdo que he olvidado contarte que la chica esta ni siquiera ha
leído nada mío anterior a 2011. Sí, y aun así le gusta lo que escribo, que
quieres que te diga, yo tampoco lo entiendo. Al momento siguiente recuerdo que
ni siquiera he hablado contigo. En la oscuridad de la noche me concentro.
Intento mandarte pensamientos. De repente un brazo izquierdo se apoya en mi
pecho. Interrumpe la conexión. Uso todas mis fuerzas en no cabrearme. Me levanto
y cojo una lata de cerveza de la nevera. Después enciendo otro cigarrillo en el
sofá y me recuesto a mirar la tele apagada.
Qué divertida historia.
ResponderEliminarYo creo que es el Karma y al pobre le mandan todas esas mujeres como castigo