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26 oct 2010

La tierra vuelve a ser plana



La botella de Jack Daniels se está vaciando. Estoy hablando con cuatro gilipollas presuntuosos sobre la vida y sobre el mundo y la maldita botella parece evaporarse. Puedo soportar su charla barata y sus teorías de mierda sobre el cristianismo, tratando de parecer profundos hablando de puta religión, lo que menos trascendental me parece en esta vida. Aunque al menos no están hablando de la crisis. Aún así lo he estado soportando durante casi media hora, pero ahora lo veo complicado con la botella tan vacía. Podría soportarles durante horas si tuviese toda una bodega de whiskey a mi disposición, pero no la tengo, y estoy empezando a sentirme incómodo. Me retuerzo en la silla y suelto un chascarrillo. Me miran como a un imbécil así que se lo escupo. Les digo que no son más que una panda de cretinos disfrazados de pseudo-profundos y que en realidad no sabrían distinguir el puto nihilismo del cinismo. Uno de ellos me “acusa” de creerme cínico cuando en realidad soy un nihilista de cuidado. Que le follen. Probablemente lo soy pero él no es más que un gilipollas. Me levanto tambaleando intentando no derribar la silla y me dirijo dando tumbos hacia el cuarto de baño. En él vació lo poco que queda de la botella de un par de tragos, a palo seco y me contemplo al espejo con indiferencia. Me gusta increparme cosas a gritos cuando voy borracho (quizás sí que estoy un poco ido y todo eso) pero no encontré nada que increparme. Mi reflejo solo me transmitía la más profunda indiferencia. Salí escupiendo del baño y dejé la botella en el suelo. Al incorporarme casi me caigo de espaldas pero la pared me sirvió de punto de apoyo. Reí como un bobalicón y me dirigí a las escaleras. Por allí subía una rubia de pelo largo en la que me había fijado con anterioridad. Recordé a los Kennedys por alguna razón y le solté aquello de:

-Lo siento nena, demasiado ciego para follar
Y mientras intentaba dejar la escena con la cabeza erguida y pose chulesca caí rodando por las escaleras. Como en la canción. Iba por el salón con hielo enorme en la mano y todos me preguntaban que tal estaba. Yo siempre respondía con un escueto “cieguísimo”. Salí a la puerta de la casa de los papis de alguien y meé en los rosales. Mientras miraba la casa pensé:
“No está tan mal la Universidad” y antes de darme cuenta estaba en el sofá hablando con una chica muy guapa sobre los Rolling con una caja de cervezas apoyada en las rodillas. Eso antes de que todo se volviese borroso y oscuro por momentos. Solo recuerdo que lo último que pensé antes de estar profundamente borracho fue:
“La tierra vuelve a ser plana”

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