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31 jul 2009

Ponme lo que quieras


-Ponme lo que quieras-dijo el hombre de la camisa blanca

En todos sus años como camarero Juan creía que era la primera vez que alguien le decía eso

-¿Cómo?-dijo Juan

-Que me pongas lo que quieras-repitió el hombre-Pero que lleve alcohol

Juan se sintió obviamente intrigado por el hombre. Deseaba conocer su historia. Al fin y al cabo su bar no era precisamente familiar, o cualquier sitio donde los jovenes viniesen de marcha a armar escandalo. No, el uso del alcohol se había normalizado, se habia prostituido. Su bar era para gente que realmente necesitaba el alcohol. Gente con historias interesantes sobre vidas vacias o rotas. Se giró y agarró el Jack Daniels, le sirvió un whiskey doble, quizás así el tipo empezaría a hablar. Realmente le intrigaba. Era demasiado joven para tener problemas con los hijos. No tendría mas que treinta años. ¿Un corazón roto? Le gustaban las historias sobre mujeres. Por fortuna él seguía felizmente soltero, pero lo cierto es que aún era joven.

-¿Porque necesitas el alcohol?-dijo Juan

-¿Porque necesitas tú el aire?-dijo el hombre llevandose el vaso a los labios y dandole un profundo trago. Ni siquiera pestañeó

-¿Mujeres?-insistió Juan alzando una ceja

El hombre hizo un gesto de negación con la mano con dejadez

-No-dijo-Ella se fue hace tanto tiempo que ni me acuerdo. Y se llevó mi corazón. Ninguno de los dos ha vuelto

-¿Entonces que tienes?-preguntó Juan. Refiriendose a sus problemas

-Lo único que tengo es esta vida-dijo el hombre alzando los brazos-Y no me gusta

El hombre sonrió amargamente y le dió otro trago lo suficientemente largo como para dejar la mitad del whiskey que le había servido

-Dicen que el tiempo lo cura todo-dijo Juan. Una de las facetas de su profesión incluía intentar animar a la gente. La gente no quería llegar al bar a escuchar los problemas de los demás, si no a olvidar su propio patetismo. Querían frases alentadoras que les hicieran creer que las cosas serían mejor, y que al día siguiente no estarían borrachos delante de un desconocido, contadole sus penas. Pero todos acababan volviendo.

-Mienten. Quienes quieran que te lo hayan contado mienten-respondió el hombre alzando la vista-El tiempo solo desgasta las cosas, las pudre, las entierra en lo profundo de tu mente. Los problemas dejan de lado otros problemas. Pero no los hacen desaparecer. Simplemente dejamos de pensar en ellos.

Juan reflexionó sobre esto. Aquel hombre se volvía más interesante por segundos. Además, sus ideas eran interesantes.

-¿Crees en el destino?-preguntó el hombre dando otro trago al whiskey

-No demasiado-dijo Juan encogiendose de hombros

-Yo sí-dijo el hombre-Creo que hay personas predestinadas a triunfar, y otras a fracasar.

-¿De veras?-dijo Juan mirando al hombre

Este asintió

-Preguntabas por mi historia-dijo-Mi historia es la de alguien que lucha contra su destino.

Apuró lo que quedaba del vaso de un trago y golpeó con el la barra levemente, lo empujó hacia Juan y dijo:

-Mi historia es la un fracasado que se negó a serlo

2 comentarios:

  1. Echaba locamente de menos tus letras irónicas y desnudas.
    Pero me alegro tenerlas en dosis pequeñas. Así no me quitas la sed; me aumentas el deseo de beber en un desierto de ideas que revolotean y florean, pero no se deciden a posar en el folio.
    Tus mariposas de papel se llevan la tinta. Haz tuyas mis ganas de escribir, y mi fustración por no hacerlo.

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