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30 ago 2009

Caotismo (1).



Cogí mi fe, la arranqué de mi alma con las espuelas de su neutralidad, y se la arrojé a sus pies.
-Quédatela, se ha consumido.- Le dije mientras miraba a sus ojos con mis nervios de acero.
- Estoy asustada.-me dijo ella.- No lo entiendo.
Después de todo aquél tiempo, en realidad, era él quién no entendía. A ella parecía irle bien tal cual se lo montaban, no pedía más, dejaba que la rueda de la situación girase progresivamente, pero sin avanzar.
-¿Sabes? Es un carga dura- dejé de mirarla, agaché mi cabeza- parece tan fingido por tu parte, estoy cansado de impulsarlo todo.
-Pero…-interrumpió.- yo siempre he estado igual. Y quiero seguir así. Me siento cómoda contigo de esta manera. Yo… te quiero...-Acercó su mano a mi cabeza y la levantó, obligándome a mirarla a sus ojos, me dijo.- No dudes de mí.
-No es cuestión de duda-. Volví a bajar mi cabeza, a mirar la fe que aún permanecía en sus pies, en el mismo sitio dónde la había dejado. Unas cuantas lágrimas discurrían por mis mejillas.- Verás, tal vez no te das cuenta pero… son las pequeñas cosas las que consiguen que la gente se mueva, casi sin poder advertirlo, se exhalan por la única razón que pueden hacerlo. Te hablo del amor.
-Explícate.- Me dijo con la voz quebrada.
Levanté la cabeza, la volví a mirar a los ojos, en su rostro también se veían lágrimas.
-Amor, amor son los detalles.
Se agachó, y extendió sus manos para coger mi fe.-Yo guardaré esto.
Me besó. Y se fue.
Un hombre, más bien anciano, pasó en aquél instante cerca de dónde me había quedado sentado sin palabras. En su brazo izquierdo llevaba tatuado el nombre de Samael. Me acerqué a él para pedirle algo.
-¿Tienes un pitillo?
-Claro.-Me respondió.

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