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12 dic 2009

Sed



Todos los domingos a la mañana es la misma historia. La resaca se plantea todas las preguntas que la ebriedad no se atreve a formular. ¿Quién soy? ¿Qué demonios estoy haciendo con mi vida? La vida es una obra del teatro del absurdo. Una comedia. Un chiste. Un chiste que aún no logro comprender. Lunes a Viernes: Instituto. Sábado: Borrachera. Domingo: Resaca. Y así semana tras semana y mes tras mes mi vida pasa a toda velocidad ante mis ojos, como si fuese la vida de un desconocido y yo no tuviese porque hacerle caso. Como un tren, sin que yo tenga el valor de decidirme a qué vagón saltar. Entre delirios etílicos y preguntas sin respuesta satisfactoria. Y aqyí estoy. Llorando mis penas a un folio. Soy aquel en quien nadie creía y en quien ahora todos creen. Y ni eso calma mi sed. ¿Acaso he nacido condenado a pasar sed toda la vida? ¿A sentir que me falta algo y no encontrarlo jamás? Miro a la gente por encima del hombro y todo lo que me cuentan me parece trivial, aburrido y absurdo. Me siento como el maestro Zen que ha alcanzado la respuesta suprema y ahora todo lo demás le parece un sin sentido. Solo que yo no soy un maestro Zen. Y lo que he averiguado no es alentador: No hay respuesta suprema. Sola la misma pregunta flotando en el aire generación tras generación. El mismo sin sentido. Ójala pudiera creer en Dios e imponerle un sentido a este caos. Pero no puedo, no soy tan tonto. Por ello miro con ojos vacios a un mundo vacio. ¿Y el final? No hay final maldita sea, estoy harto de repetirlo.

Solo sé que todo lo que sé no vale de nada. Y que me muero de sed y trato de paliarla con alcohol cada madrugada.
Pero no sirve...perdí lo que se supone imperdible y ahora estoy roto


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