UA-67049947-1

5 dic 2010

¿Y a mí, qué?



Joder, acabo de llegar más bajo de lo que jamás pensé que caería. Jamás hubiese imaginado mi vida así. Tengo un mono impresionante, pero no sé de qué. Al mirar a Marta por encima me doy cuenta de que no es de follar. No, ahora mismo no me la levantaría ni Marilyn Monroe en tanga con una viagra en cada mano. No es hambre porque apenas he podido comer los restos de los espaguetis del mediodía. Y no por que estuviesen fríos ni nada así. No soy un sibarita ni mucho menos. De hecho, mi estomago tolera bastante bien los alimentos en mal estado fruto de mis años en la calle. Cuando lo primero que comes en tres días es un bocata rancio de la basura no puedes permitirte el vomitarlo. Tampoco es heroína. Me acabo de meter el último pico hace exactamente…veinte minutos. Podría ser porros pero el último me lo fumé hace una hora así que no lo creo probable. Podría ser, pero entonces no sería tan fuerte. No estaría tan nervioso ni tendría esta mala hostia que me está jodiendo el subidón y me ha hecho destrozar la lámpara contra la pared. Marta ha bufado pero está hecha a la idea. En el último año hemos tenido que comprar cuatro o cinco de las dichosas lámparas. Ya sabéis cuales, estas de un metro y algo de alto, con su mampara y todo el rollo. Siempre he tenido especial predilección por esas lámparas. Es la típica imagen del rockero. Destrozando la lámpara contra la pared. Dicen que en realidad todo eso de sexo, drogas y rock and roll es una pollada. Que se suele elegir una de las tres cosas, como mucho dos. Que las tres vuelven loco a cualquiera. A mí me han vuelto loco desde luego, pero creo que eso viene de mucho antes que las groupies y los picos. Siempre he estado un poco para allá. Me pasé media vida cabreado. Con el mundo, con la gente, con mi mismo. Simplemente enfadado. No os lo recomiendo, es horrible vivir enfadado. Acabo de darme cuenta de que llevo al menos tres horas sin fumarme un pitillo. Así que me reclino en el sofá y me fumo uno tranquilamente. Joder, esto era lo que necesitaba, llevo fumando desde los trece y se me olvida el tabaco, vaya huevos. Vaya cojones, llevo tantos vicios en danza que ya no sé ni distinguir los monos. He caído muy bajo, sí señor, muy bajo. Aunque no esperaba menos de mi vida la verdad, empecé en esto pues como todos. Fumando porrillos sueltos. Empecé a fumar por la noche porque se me hacían insoportables. Me las pasaba pensando en mi vida y en lo que hacía con ella. Nada. Eso hacía. Nada. Yo solo era otro idiota con un cuaderno lleno de manchas de vino como el de Carlitos y un par de maquetas de calidad ínfima. Y fumar porros para no pensar y dejar pasar el tiempo era más fácil y rápido que tratar de dar sentido a mi vida. Luego, pues como todo. Uno antes de cenar lleva al de después de comer y sin comerlo ni beberlo acabas fumando todo lo que puedes al día. Pero mínimo tres porrillos. Ese siempre el mínimo. Y un buen día, simplemente pensando decidí hacerlo. Cogí mi mochila y me fui a Madrid. Allí pasé tres años viviendo en la calle, dando conciertos como mera excusa para tener alcohol y un techo durante unas horas. Siempre me han tratado muy bien en todos los garitos a los que he ido. Incluso cuando iba tan ciego que notaba como desafinaba y se me escapaba alguna nota de la guitarra me aplaudían. A la gente siempre le ha molado lo que hago. Luego los porros empiezan a no ser suficiente, y en fin, la vieja historia. Lo que quiero decir es que yo he vivido el lado miserable de la droga también. El robar a tus amigos cuando no miran un par de dosis, recoger colillas de la calle a medio acabar y esas cosas. Lo peor era la ausencia de remordimientos, algo en mí me decía que debería sentirlos y ni siquiera podía sentirme mal por no tenerlos; cuanto menos tenerlos. Ahí es cuando te das cuenta de que eres un adicto, cuando las cosas empiezan a perder su tinte malvado agravadas por la necesidad. Robar diez euros de la caja cuando la cajera del súper no mira (teníamos un sistema para todo eso) para pagarte una dosis de lo que sea empieza a parecerte hasta lógico y moral. Es decir el súper los tiene a montones y no los va a echar de menos, y si pudieran ponerse en mi lugar hasta el punto de saber, no, SENTIR cuanto lo necesito seguro que hasta me los daban. Joder, en el 93 matar a cambio de un poco de diazepam me hubiese resultado una ecuación terriblemente lógica y normal. Oh, el 93…yo dejando la heroína, no porque quisiese si no porque no tenía un duro y apenas me llegaba para el alquiler y enganchado a los ansiolíticos para aliviar el mono. Tenía que seguir trabajando o me quedaría en la calle pero sentía los huesos de vidrio y el sudor como una barra de hielo bajo la camisa. Siempre he dicho que para ser drogadicto hay que ser millonario, si no se pasa mal. Aunque supongo que eso es parte de su encanto. Me pasé todo segundo tirándome a una tía de mi clase que no me gustaba solo porque: a) Tenía un piso y b) Plantaba marihuana. El sexo con ella no estaba del todo mal, y siempre que nos apetecía echar un polvo podíamos hacerlo sin problemas. Solo teníamos que ir a su piso y punto. Allí nos esperaba la cama. Con veinte años uno agradece mucho ese tipo de cosas y el cambiar el aire mugriento y opresivo de los moteles baratos y los cuartos de baño de bares por una cama y un colchón limpios y listos para usar. Bueno, eso y el pasarse un año entero de su vida fumando hierba gratis. Venga ya, podéis mirarme como queráis, pero juradme solemnemente que vosotros no lo hubieseis hecho. A la gente siempre le ha sorprendido que no sea cocainómano, por todo aquello de ser músico y esas historias, pero la cocaína siempre me ha puesto demasiado loco. Demasiadas veces me he despertado con la cara destrozada por culpa de esa mierda. No, nada de cocaína. Tiro el cigarrillo y lo apago contra la moqueta. Miro a mí alrededor. Pienso que sí, vale, tengo éxito, fama y dinero. Una gran y bonita casa. Estoy enamorado de la mujer perfecta y ella lo está de mí. La gente aprecia mi arte. Tengo todas las drogas que pueda querer comprar. Y pienso: “¿Y ahora, qué?” No logro encontrar una respuesta satisfactoria así que solo me levanto y voy a mear.

2 comentarios:

  1. "Llevo tantos vicios en danza que ya no sé ni distinguir los monos".

    por un momento uno llega a meterse en ese papel de mucha droga,mucha vida.
    grande fafi :)

    ResponderEliminar
  2. Siempre he dicho que para ser drogadicto hay que ser millonario, si no se pasa mal.

    Vaya tela. Joder, esta noche veo trainspotting.

    ResponderEliminar