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1 dic 2011

Dos pajaros de un tiro.


Era de esa clase de persona que todos conocemos. Todos conocemos a alguien así. O creemos hacerlo. En realidad no sabemos una mierda sobre él. La mierda que se mete no es para pasarlo bien, es por lo mal que lo pasa, es que los demás no ven. El alma de la fiesta en todas las fiestas. Cuando entra por la puerta lo hace luciendo una gran sonrisa y siempre lleva una bolsa llena de alcohol para que todos le vitoreen al llegar. Alcohol que en su mayoría acaba bebiendo él solo. Todos los hombres de la fiesta lo conocen y todas las chicas lo miran. Tiene ese algo que jamás nadie supo explicar ni definir. Todos los hombres lo envidian un poco y muchas chicas lo desean, aunque sea un poco también. Siempre parece estar feliz, sobre todo cuando está ciego a más no poder. Pero la fiesta acaba, y las chicas bonitas se marchan a vivir sus vidas, y los chicos se marchan tras ellas. Cuando despierte a la mañana siguiente se encontrará solo, durmiendo en el sofá. Todos han vuelto a su vida tras la fiesta pero él jamás supo volver. Solo entendía de eso. Estarán él y su resaca. Entonces, abrirá una lata de cerveza caliente y le dará largos y grandes tragos mientras enciende un cigarrillo. Y en ese momento, en el que nadie le mira, empezará a llorar amargamente.

1 comentario:

  1. Lo curioso es que siempre se repite la misma historia.
    Da igual las veces que se llore.

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