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17 mar 2012

Ella se llama Gloria, y yo Fracaso. Parte 2.


Tú con tacones y yo en el paro. Se acerca, decidida, y me da un fugaz beso en la comisura de los labios. Está realmente guapa. La conocí con quince años y aún la sigo viendo jodidamente guapa. Eso es mucho decir desde luego, sobre todo viniendo de alguien como yo.

-No hace falta que te levantes-me dice-Estás en paro, deberías quedarte toda la mañana durmiendo, bastante tenemos con que yo tenga que trabajar.

-No puedo-le digo sorbiendo el café- No puedo quedarme durmiendo mientras tú estás fuera

-Yo lo haría-dice ella mordiendo la tostada

-Es fácil decirlo en tu situación

-¿Y qué vas a hacer entonces?-pregunta-La casa está tan limpia que podría comerme una ensalada debajo de la cama

Me echo a reír. Recuerdo que es viernes, los viernes por la tarde libra.

-¿Quieres que vayamos a algún sitio hoy?-le pregunto-Podríamos ir al cine, y luego a cenar quizás. Me apetece comida china.

-Lo siento amor mío-dice-Tengo cena esta noche con los jefes. Mañana si quieres vamos a comer a la playa. 

Uso todas mis fuerzas para sonreír, pero en realidad me apetece llorar. El desayuno termina y ella se marcha. Me da un beso porque se lo pido. La casa para mí solo. Otra vez. Me dirijo hacia el salón y me siento en el sofá. Miro fijamente el mando de la tele. Paso de encenderla. A estas horas solo dan mierda. Normalmente dan mierda, pero a las ocho y media de la mañana…dios, es insoportable. Cojo el libro de Schopenhauer que hay en el sofá: “Eudemonología o el arte de ser feliz”. El libro me está gustando, pero también me deprime. Me levanto y voy hacia la habitación. En uno de los cajones, bajo mis calzoncillos hay una cajita metálica. La saco, la abro y me lio un porro. No puedo evitar esta sensación que me sabe a bilis, que me sube por la espalda en oleadas de frío y se centra en mi garganta. Esta sensación que me dice: “ella está fuera trabajando y tú te estás liando un porro para leer en el sofá”. Pero, ¿qué otra cosa puedo hacer? Podría subir al ático a por mi viejo caballete y a por mis pinturas pero se me ocurren cientos de razones por las que no hacerlo. Y la primera y más importante es que no me apetece una mierda. Lo siento, no soy Goya, no soy Dalí, no puedo sublimar todas las sensaciones que se me agolpan ahora mismo en el cuerpo en una obra de arte. Jamás seré un genio. “Ella se llama Gloria, y yo me llamo Fracaso” pienso mientras enciendo el canuto en la ventana. No hay más que verme para darse cuenta. Aquí estoy, fumándome un porro en la ventana, como si volviese a tener dieciséis años. Me cuesta aceptar que haya pasado los veinte.

1 comentario:

  1. Me gusta.
    Es original escribir sobre un amor no adolescente, del paro y a la vez es algo bastante común hoy diga.
    Te sigo, espero que puedas sacar un ratito para leerme a mi también.
    Gracias, besitos

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