Estoy hecho un lío. No creo que todos los que se hayan visto
en una situación parecida se hayan comido tanto la cabeza. No me imagino al
Torete aquí, como estoy yo, sentado en el baño, mirando el pasamontañas.
Intento pensar que soy algo así como un pirata. No estoy robando, estoy
cogiendo lo que es mío por derecho propio. Arrebatando a la vida lo que creo
que merezco. He sufrido mucho más que el hijo de cualquier rico, y sin embargo
él disfruta del tren de vida que me corresponde. Recuerdo lo que tengo que pagar. El mono
apretándome los huesos. Alquiler. El coche en el taller. Vanesa. Me va a dar un
ataque de ansiedad. Me levanto y me pongo el pasamontañas. Me miro al espejo.
Exhalo. Me marcho. Voy con paso firme, mirando fijamente al dependiente de la
gasolinera. La mano en el bolsillo, agarrando la navaja. A mí nadie me preguntó
si aceptaba el capitalismo, el libre mercado, el dinero y toda esa mierda. No
estoy haciendo nada malo. Ni siquiera me percato de que ya estoy en el campo de
visión de la cámara; o de que la gente retrocede y huye. Pienso que igual es un
buen hombre. O no. Igual se queda en el bar hasta las dos todos los días, y se
gasta 50€ en whiskey y las tragaperras. Igual le pega a su mujer. O a su hijo.
O no. Igual vive solo. Cuando me doy cuenta le estoy mirando a los ojos y tengo
la navaja fuera. Sorprendentemente no me cuesta nada decirle:
-Esto es un puto atraco hijos de puta.
Genial.
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