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25 abr 2009

Die with your boots on




En un rincon de la pequeña fabrica de muebles. John Suffer contaba las últimas balas que le quedaban a su revolver. El olor a muerte había impregnado sus ropas, tenía una costra de sangre seca bajo las uñas y el pelo chorretoso de aceite de coche. Se había untado el pelo al resbalar sobre el asfalto huyendo de una abominación. John tenía 27 años y desde hacía 10 vivía en Racoon City. Se mudó tras el divorcio de sus padres, su madre obtuvo la custodia. Hacía al menos 5 años que no veía a su padre. Tampoco le importaba, siempre le había odiado. Ahora estaba casado con la que fue su amante, pero eso le parecía tan indiferente hacia si como el sueño de otra persona. En el mejor de los casos su madre estaba muerta. No podía ni imaginar el peor de los casos. 16 balas, eso es todo lo que le quedaba. Los pasos pesados de las botas militares de Chris Redfield resonaban por la escalera metálica que llevaba a la oficina.

-¿Algo útil?-preguntó John
-Nada-dijo Chris-Casquillos y sangre por todas partes
-¿Cuántas balas te quedan?
-Dos cartuchos para el rifle y a duras penas 8 o 10 balas de la 9mm-dijo Chris-Sólo de pensar en el armamento que teníamos en el helicoptero…de todas formas tengo suerte de estar vivo

A Chris se le cortó la voz, siempre le ocurría cuando hablaba del accidente. Según le había contado a John había sobrevivido a una pesadilla horrible en una mansion de Umbrella Corporation y cuando creían estar a salvo algo golpeó el helicoptero y cayeron en mitad de la ciudad sumida en el caos. Todos sus compañeros habían muerto. Chris hablaba en especial de su compañera. Jill Valentine. Chris le había intentado explicar muchas cosas a John sobre lo que estaba ocurriendo, pero John no era bueno en temas cientificos, sólo sabía que el T-Virus había provocado todo lo que veía. De todas formas ni siquiera le importaba. Solo le importaba que fuera, cientos de voces gemían a la luna pidiendo carne humana, la suya. También le importaba ese estúpido monstruo que les perseguía sin cesar, proclamando “STARS” una y otra vez, habían malgastado demasiada munición pero al parecer era invatible. Además no podían refugiarse en el mismo sitio demasiado tiempo porque les perseguia. Si el infierno existia había encontrado la manera de cobrar forma en las calles de aquella tranquila ciudad de Pensilvania.

-A mi me quedan 16 balas-dijo John-Y creo que debería guardarme una para mí
-Si así lo crees…-dijo Chris Redfield
-¿Tu no?
-No-dijo Chris-Gastaré todas y cada una de mis últimas balas en esos monstruos. No me pienso suicidar
-¿Prefieres ser uno de ellos?
-Si-contestó secamente-Moriré con las botas puestas

De repente sonó el estruendo de la pared de enfrente al venirse abajo, entre el polvo del yeso y los fragmentos de cemento que se dispersaban en todas direcciones se escuchó una voz familiar que gemía. Gemía la palabra S.T.A.R.S. Ahí estaba su Nemesis de nuevo.

-¿Querías morir con las botas puestas vaquero?-dijo John levantandose y apuntando con su revolver a la abertura en la que empezaba a aparecer el cuerpo del monstruo- Pues no te las quites

Y empezaron a disparar.

3 comentarios:

  1. Para cuando tendremos uno de Silent Hill?

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  2. Para pronto, de eso ya tengo una cancion xD

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  3. Actualiza coño, que yo tengo muchos examenes y tu en primero no haces na... (Puto Arte)

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