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4 may 2009

Oscuridad




HISTORIA ESCRITA POR: Ton4/ Antonio Navarro Camacho http://inapariencias.blogspot.com


Se abre el telón y aparece la vida. A primera impresión parece un
Chiste. Pero no. No cuando todo está en penumbra, siento un escalofrío por mi espalda e intuyo, algo no frecuente en mí, que algo va mal.
¿Por qué lo sé? Ni yo mismo lo sé. Es como cuando tu novia te dice “Tenemos que hablar”. Intuyes que algo va mal.
El caso es que me desprendí de mi prisión de sábanas blancas y edredón estampado y me puse en pie.
Por cierto, ¿Dónde están mis modales? Me llamo Antonio. Ese nombre tan común, ese que gritas y salen cientos. Ese. Y en cuanto a ti, atento lector que me conoces de… ¿10 líneas?, sólo te voy a desvelar eso de momento.
El caso es que me puse en pie. Busqué a tientas el interruptor y la luz golpeo mi cuarto. Mi escritorio hecho un desastre, la ropa cayendo del armario, mas ropa sobre la silla, mi estantería repleta de cómics, libros y películas perfectamente ordenadas… Aparentemente todo estaba bien. Tampoco me fijé demasiado, por lo de ver mi habitación día a día durante unos 12 años y todo eso.
El suelo estaba frío, más frío que de costumbre para mi gusto. Oteé el reloj, que marcaba, sin prisa alguna, las 3.47 AM.
- ¡Vamos a la cocina! - Me dije a mí mismo.
Debo explicar que esto es una reacción normal en mí. Me suelo hablar a mí mismo a menudo, dado que mis capacidades sociales no están lo suficientemente desarrolladas como para tener amigos. Bueno, tengo uno. Tengo un amigo. Tengo un amigo que me ama. Tengo…
De repente un escalofrío el doble de fuerte que el anterior recorrió mi cuerpo, el suelo me pareció más frío aun. Me hizo recordar que algo iba mal.
Caminé hacia la cocina precavido. Todo el trayecto sumido en una oscuridad total. Todas las luces apagadas. Todas las puertas cerradas. Todos mis miedos abiertos. Antes de abrir la puerta noté los cristales empañados.
- Será la secadora – Dije.
Abrí. Presioné el interruptor. Espere los 3 segundos de reglamento en los que la luz comienza a adaptarse al entorno, parpadeando. A mí solo me basto el primer segundo, el primer parpadeo. Mis miedos se confirmaron cuando, bajo el reloj, que marcaba las 3.50 AM, el crucifijo, o contenedor de cristo como yo lo llamaba, presentaba irregularidades. Cuando la luz se adaptó por completo mi cuerpo ya estaba pegado a la pared temblando. El crucifijo.
Sí. Mi familia es muy religiosa. Es bastante conservadora. Los crucifijos son usuales en nuestra vivienda. Pero no como yo lo estaba viendo.
La tez de Jesús, inclinada hacia abajo, triste, de serie, se había convertido en una cara con vista fija al frente de odio, escondida tras una sonrisa peculiar. La sangre sobre su tez se conservaba, pero nunca me fijé en sus ojos. Los ojos estaban abiertos, y si mi vista no me fallaba, inyectados en sangre.
- No, no, no – Dije – no, no, no….
En el segundo “no” ya estaba encendiendo las luces de toda mi casa mirando a todos los crucifijos.
Había dos en el pasillo, uno en el salón, otro en la habitación de mis padres, otro en la entrada y el último en la sala de estar.
Todos con el mismo aspecto.
Palidecí.
- No, no, no… - Seguía diciendo.
Un momento, todas las luces están encendidas y nadie se ha levantado a ver que pasa. Otra cosa mala que intuí. Estaba en racha pero por culpa del shock no pude apreciarlo.
Me encontraba en la entrada. El suelo cada vez más frío. Mi miedo cada vez más grande. Recordé que me dijeron una vez: “Si tienes miedo, simplemente canta y avanza, así lo taponaras”
Eso hice. Avancé cantando lo más fuerte que pude esas canciones religiosas que tanto me cantaban a mí.
- TENGO UN AMIGO QUE ME AMA, ME AMA, TENGO UN AMIGO QUE ME AMA, SU NOMBRE ES JESSss…
En ese momento llegué a la habitación de mis padres y vomité. Estaban sentados sonriendo hacia nada. Sin saber lo que hacían.
Sus ojos no se movían, pero sus manos golpeaban sus muslos y todos tarareaban la misma canción que yo hace un momento estaba cantando.
No eran mis padres.
Salí de la habitación lo más rápido que pude y puse una silla inclinada bloqueando la apretura de la puerta.
Corrí, descalzo y con los pies helados hacia la televisión del salón. La encendí. Nada extraño. Porno, teletiendia, anuncios de bajo coste…
Me asome a la ventana.
Vacío. Todo vacío.
En serio, ¿Qué cojones hubierais pensado en una situación así? Cuando tu único amigo y tu única familia no existe de repente.
Yo notaba húmedo el pantalón del pijama y las lágrimas se mezclaban con mi ansiosa respiración.
Mis ojos, sin rumbo, se centraron otra vez en el Mesías. El salvador.
Una silla cae. Una puerta se abre. Unos pasos se oyen. Una cabeza de 3 cm y sonriente se gira hacia mi. Unos antiguos conocidos avanzan hacia mí.
Llevo toda mi vida creyendo que Dios todopoderoso y su hijo el Mesías eran benevolentes, que el malvado es el demonio, es Lucifer. He visto películas de zombies, y esos te comen el cerebro o te despedazan simplemente.
3 segundos. El tiempo en que mis pies se terminaron de entumecer. El tiempo en que la luz de la cocina se acaba de adaptar. El tiempo en el que pienso, si estos son los buenos, como serán los malos. El tiempo en el que me doy cuenta de que si estos son los malos, no puede haber nada peor. El tiempo en el que mis piernas se elevan del suelo. El tiempo en el que caigo al vacío. Veo luz en el cielo. Veo luz. Pero es una luz procedente de un rayo en una noche de penumbra. Una luz malvada. Una luz que se convierte en oscuridad. Una oscuridad sin esperanzas.
Lo intuyo, algo poco frecuente en mí.

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