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3 nov 2015

Automutilación #3


Es el verano del amor en París. O eso parece en su Facebook. En Murcia yo estoy resoplando como un animal y sudando a chorros. No me pongo nada de ropa cuando cojo un cigarrillo y salgo a su balcón. Sin gafas la vista sólo me deja ver hierba, como si fuese una hormiga. No me siento una hormiga. Las hormigas son blandas por dentro pero tienen un exoesqueleto tremendamente poderoso. Me siento una cebolla pocha. Un cuchillo afilado puede abrirme y comprobar lo que su buen olfato ya le había dicho: el interior está podrido. Ella me sigue. Debería decir algo. Pero me da vergüenza. Nunca he sido bueno en decir cosas. Fantasearlas me basta. De todos modos qué podría decirle.

-Lo siento-le digo al final. Viendo que ella calla.

-No pasa nada-me dice mientras me acaricia la espalda con tristeza. Nunca las había saboreado hasta hace relativamente poco pero ahora parezco tener un imán para las caricias tristes-Últimamente parezco tener un imán para estas cosas-añade ella.

Por el rabillo del ojo veo que se está haciendo otro porro. Pienso en volver la cara pero sinceramente no me apetece. El sol empieza a quemarme la piel. ¿Le digo que es por otra mujer? No. Eso probablemente sólo la hiriese más. Mejor callármelo.

-¿Qué tiempo crees que hará en París ahora mismo?-le pregunto.

-No lo sé-me dice-Supongo que mejor que aquí.

Sigo fumando en silencio. Arrojo la colilla por el balcón. Ella parece querer decirme algo. Aprovecha el momento en el que tiene que bajar la vista al porro para rularlo.

-Oye-me dice.

Me vuelvo. Efectivamente está con la vista en el porro mientras lo rula.

-Dime-digo.

-Sé que confío en ti. Sé que todos confían en ti. Pero hay algo que nunca te he preguntado porque creía obvio y últimamente que nos vemos más no tanto-hace una pausa dramática de esas que le gustan a ella mientras pasa la lengua por la pega del papel- ¿Y tú? ¿Crees en ti?

Durante un segundo la pregunta me pilla con las defensas bajas. Casi la puedo sentir perforándome la piel y buscando penetrar mi interior. Me recobro rápidamente. La expulso. Saco las púas falsas que me injerté bajo la piel y la pincho hasta que no es más que un juego. La vida de alguien que no es él mismo. Por un segundo cierro los ojos y fantaseo que cuando los vuelvo a abrir estoy petrificado. Como si pudiese darle a un botón. Ella me zarandea y me mueve pero después se acaba yendo. Y yo me quedo allí durante horas. Sin volver a activar el botón. El día dura eternamente y yo sigo allí en pie, con el sol en mi espalda, hasta que la piel de mi espalda está tan quemada que se cae hecha jirones. Hasta que se me empiezan a quemar los músculos. Y después los huesos. Pero yo no me muevo. Y ni siquiera cuando soy ceniza y floto en el aire me siento libre. Vuelvo a abrir los ojos.

-Claro que sí-le miento-Sólo estoy teniendo mala suerte.

-Eso es lo más importante- me dice ella. Me besa en la mejilla y me sonríe-¿Vamos dentro? Tengo allí el mechero.

-Y hay aire acondicionado-le digo yo-Que con este sol se puede derretir una persona.


Ella se ríe y dice que por un segundo me ha visto derretirme como si fuese de cera. Hasta ser sólo una plasta humeante de mí mismo. En mi mente no tiene ni puta gracia. Pero aún así me río.

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