UA-67049947-1

8 nov 2015

Oda al gato que duerme



Pollito está durmiendo la siesta en el sillón. Sobre su cojín está mi jersey gordo y, aún más, sobre este la manta de mi abuela. Tiene la cara mirando a la puerta pero los ojos cerrados y una expresión de tranquilidad en el rostro. Su cabeza es demasiado pequeña para ese cuerpo. La mezcla de colores blanco y negro de su pelaje es tan perfecta y parece tan hecha a propósito que me transmite a la vez las contradictorias sensaciones de que es irreal y de que es un regalo. La gente no observa porque han nacido para pensar en su propia supervivencia. Pero es tan maravillosa e irreal la vida de cada ser en su propio concepto que globalmente somos la mentira más bonita jamás contada por la televisión de un universo que sí existe. ¿Cómo puede la vida adaptarse al medio? ¿Qué impulsa a las células de los fondos abisales a evolucionar en forma de pez que no necesita la luz? Miro al Johnny, mi ninfa, y pienso en sus colores. Parecen diseñados por un ojo ajeno. ¿Cómo puede darse algo forma a si mismo? ¿Cómo pueden las células haber evolucionado para formar los pulmones, el páncreas, el sistema circulatorio o la compleja red neuronal de un ser humano si nosotros apenas somos capaces de comprenderlo? Las matemáticas no explican las matemáticas. Explican todo lo demás, y pueden descomponerlo en su propio sistema. Pero las matemáticas no explican su propia existencia. No pueden. ¿Cómo puede la vida justificar su propia existencia? ¿En qué segundo decidió la vida existir y para qué? ¿Lo decidió ella? ¿Hubo decisión? Andamos todos por ahí fuera sin maravillarnos de nuestra propia existencia, decidiendo imponerle metas al hecho de estar vivos. Como si el simple hecho de estarlo no pareciera tan de potra que deberíamos aprovecharlo como niños traviesos que saben que algún día alguien se dará cuenta de que está sucediendo y le pondrá fin. Vuelvo a mirar a la gata y me fijo en las manchas de su nariz. Los animales parecen formas de vida simples, inocentes y felices de su existencia cuando duermen. Y en esos instantes al mirarla siento la contradictoria certeza de que el mundo es tan simple y peligroso y malvado, que en este instante de paz y tranquilidad, lo mejor que puedo hacer para aprovechar que soy uno y estoy vivo es cerrar los ojos momentáneamente, echar el telón al universo y convertirme en una consciencia que flota en una realidad que sólo existe para ella. ¿Una consciencia real que flota en una realidad que no existe sigue siendo real aunque sólo sea para ella misma o tampoco existe? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario