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2 dic 2015

Nuevos planes, idénticas estrategias




El zumbido del ascensor es lo único que se escucha mientras esbozo una tímida sonrisa a la señora que, a mi derecha, aguarda lo mismo que yo. Aunque ella no lleva bolsas de la compra en sus manos, es la hora de la cena. Es una de esas mujeres de mi bloque de aspecto amable que luce un peinado imposible, como si fuese una caricatura. Ella se decide a romper el incómodo silencio con un clásico tópico de ascensor:

-Parece ser que va a llover-y ante mi silencio añade, como para justificar su comentario- el aire aquí es más cálido.

Me limito a sonreír. Sí que es probable que llueva. Ella se baja en el cuarto y yo continuó hasta el quinto. Tras la rutinaria ducha y la rápidamente preparada cena, ya en cama, no puedo evitar acordarme una y otra vez de ella y nuestro encuentro en el ascensor. Reflexiono sobre su frase mientras escucho las primeras gotas de lluvia en la calle. Sí que ha llovido. Al fin y al cabo; ¿por qué nadie me iba a mentir allí? ¿Quién entra en un ascensor de su bloque a mentirle al vecino? Nadie persigue un oscuro y secreto plan. Todos estamos aquí en lo mismo. Tal revelación me impide dormir. No espero que lo comprendáis en su total magnitud pero mi propia conclusión me causa gran angustia vital.Decido que, como ellos, yo también debería trazar un plan igualmente ambicioso. Sobrevivir. Cierro los ojos y me siento y veo como maestro, el gurú cuya voz es un imán que capta un ejército de un centenar de los que pasean igual de hastiados por el Carrefour que yo.

Un ejército que compra patatas fritas congeladas que vienen en bolsas de dos kilos. Un ejército que se reúne en los aeropuertos al calor de una smoking-room en la que no entra aire ni luz, a hablar del tiempo y, si acaso, del gobierno. Mientras trazan su magno plan: sobrevivir. Mientras a una estación le sucede otra igual, cíclicamente. Sobrevivir entre las llamadas del jefe y el ruido del microondas del hotel a las doce de la noche, repasando los informes del día siguiente y pensando en casa, donde tampoco hay ni amparo ni calor para el alma que grita que se ahoga en su propia mundanidad.

Parece ser que según los cánones que imperan, otro día más, he fracasado: no he visto mi rostro en ningún canal de televisión. Pero no importa, no, porque yo, como buen occidental, sé nadar igual que un pez. Un pez que nada (y se ahoga al mismo tiempo) en un mar de mediocridad. Hubo un tiempo en que casi claudiqué, sí, casi. Incluso les oí decir de mí: “con lo que hay dentro de ti, no estará nada mal si mañana estás aquí". Y eso es la sociedad propone como remedio a mis males, postrarme en la cama de un sucio hospital a atiborrarme a pastillas que me provoquen gran somnolencia. Que me hagan callar. Que me hagan acatar. Pastillas por la mañana, otras a mediodía y, las más importantes, dos pequeñas y blancas antes de ir a la cama. Curar con química lo que no entiende de moléculas. Por eso, aunque no escogí la soledad, escogí la lucha. Y así, en soledad, salgo al balcón a fumar. A seguir vivo. A luchar. A disparar como Kevin Ayers. Y la luna que me recibe es tan tan llena que no puedo errar el tiro. Que no lo voy a fallar.

Pienso en ti una noche más. En dónde paseas y de la mano de quién. Pienso en llamarte y, una noche más, lo rechazo con un abatimiento de cabeza. Me he resignado a ser el malo de la historia. Sé que jamás querrás volver a confiar en mí.No me extraña y no puedo reprochártelo. Tampoco ya nadie confía en la energía nuclear después de lo de Chernobyl. Y fumando en silencio mis pensamientos se desplazan de ti hacia este cielo que me envuelve. Este cielo cargado de desesperación y añoranza. Un cielo negro. Tan tan negro… Pero, por negro que sea, es nuestro cielo. Eso es lo que muchos no consiguen comprender. Por negro y asfixiante y tóxico que sea, es nuestro.

Y miro al cielo y sonrío mientras arrojo la colilla por el balcón. Sonrío porque por un segundo todas las piezas parecen encajar. Porque ya no doy vueltas en círculos en un mad mad world como en la canción de Gary Jules. No, ya tengo un propósito. Un plan. Un ambicioso plan:

Consiste en sobrevivir.


*Basado libremente y sin ningún tipo de permiso en "Nuevos planes, idénticas estrategias" de Nacho Vegas, que aparece en el disco "Desaparezca aquí".

1 comentario:

  1. No puedo creer que sigas escribiendo. Son ya cuatro años desde que descubrí este blog. Un saludo a la distancia y la mejor de las suertes.

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