Decir que lleva toda la vida analizando la situación para
hallar el problema sería, quizás, aventurar demasiado. Lo único que lleva
haciendo toda la vida es dejar morir los días, esperando que algún día sea el
último. Por eso, aunque en su cabeza se pose una apreciación diferente, como
narrador omnisciente puedo deciros que El Suicida cree lo que cree porque lo va
a creer durante 5 minutos. Dentro de 5 minutos pensará algo completamente
diferente y que probablemente no tendrá nada que ver con nada que ni siquiera
yo sé todavía qué será. Pero en este instante, con esos calzoncillos “slip” que
tanto dice odiar (pero que en realidad le resultan profundamente indiferentes)
una talla más grandes de lo que deberían, mientras extiende la mano para coger
el mechero, tiene lo que cree es una de
las revelaciones más importantes de su vida. Sólo es otra idea de las que
anidan en su mente y, como todas las demás, se irá por donde vino. El Suicida
aún es joven. Mucho más joven que aquella noche en la que tiene que explicar a
su hijo cosas sobre la muerte. Demasiado joven para siquiera saber qué es
exactamente la neurosis, o siquiera para que le importe.
Ojalá pudierais verlo en la magnitud y profundidad que yo
veo. Y ojalá pudiera ver lo que pensáis que veis en él, sólo por curiosidad.
Ahí está, encendiendo el cigarrillo con una pose que sólo una estrella de rock
con graves trastornos de narcisismo podría adoptar en el salón de su propia
casa. Con los pelos de la barriga empapados de sudor y uno de sus testículos
fuera de los calzoncillos “slip” que dice odiar. La chica que le ha pasado el mechero
está sentada justo enfrente, en el salón. Cree que todo lo que él transmite es
pura patraña, esa pose de dejadez y ese aire de indiferencia tienen que ser
auto-impuestos, piensa ella. En lo profundo de su ser hay una preocupación
enorme que le agobia y no le deja respirar, un joven delicado y sensible que no
podría abrirse como una flor porque arrancarían su pistilo sin ningún tipo de
vacilación, cree ella. Por supuesto, como todos los que creen qué se oculta en
su interior, se equivoca. En su interior no hay nada más que lo mismo que en su
exterior más superficial; la más profunda y densa indiferencia por todo que
como narrador he visto nunca en ningún personaje. Por eso el relleno que hay en
medio lo llena una enfermedad mental. Porque una persona no puede estar
simplemente vacía.
En este momento El Suicida cree haber dado con la clave de
por qué ninguna de sus relaciones dura:
¿Cómo va él a
enamorarse de una persona que sea capaz de enamorarse de él?
Por eso el amor sólo le dura cuando es obsesivo, porque se
obsesiona cuando no es correspondido. Cuando una chica empieza a enamorarse de
él se aburre de ella y la acaba despreciando, rechazando y, algunas veces,
incluso dañando a posta. Por supuesto nosotros sabemos que se equivoca, que esa
no es la respuesta. Pero la verdadera respuesta se la dará un psiquiatra algún
día y esa es otra historia que aún no ha tenido lugar en este espacio-tiempo
que visitamos ahora mismo.
Diez minutos después piensa en dejar de fumar por quinta vez
ese día y el amor le parece superfluo. Piensa en dejar de fumar porque le está
matando y lo sabe. Aunque, nosotros también sabemos cómo termina esa historia.
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