UA-67049947-1

1 oct 2015

El Suicida Enamorado


Decir que lleva toda la vida analizando la situación para hallar el problema sería, quizás, aventurar demasiado. Lo único que lleva haciendo toda la vida es dejar morir los días, esperando que algún día sea el último. Por eso, aunque en su cabeza se pose una apreciación diferente, como narrador omnisciente puedo deciros que El Suicida cree lo que cree porque lo va a creer durante 5 minutos. Dentro de 5 minutos pensará algo completamente diferente y que probablemente no tendrá nada que ver con nada que ni siquiera yo sé todavía qué será. Pero en este instante, con esos calzoncillos “slip” que tanto dice odiar (pero que en realidad le resultan profundamente indiferentes) una talla más grandes de lo que deberían, mientras extiende la mano para coger el mechero,  tiene lo que cree es una de las revelaciones más importantes de su vida. Sólo es otra idea de las que anidan en su mente y, como todas las demás, se irá por donde vino. El Suicida aún es joven. Mucho más joven que aquella noche en la que tiene que explicar a su hijo cosas sobre la muerte. Demasiado joven para siquiera saber qué es exactamente la neurosis, o siquiera para que le importe.

Ojalá pudierais verlo en la magnitud y profundidad que yo veo. Y ojalá pudiera ver lo que pensáis que veis en él, sólo por curiosidad. Ahí está, encendiendo el cigarrillo con una pose que sólo una estrella de rock con graves trastornos de narcisismo podría adoptar en el salón de su propia casa. Con los pelos de la barriga empapados de sudor y uno de sus testículos fuera de los calzoncillos “slip” que dice odiar. La chica que le ha pasado el mechero está sentada justo enfrente, en el salón. Cree que todo lo que él transmite es pura patraña, esa pose de dejadez y ese aire de indiferencia tienen que ser auto-impuestos, piensa ella. En lo profundo de su ser hay una preocupación enorme que le agobia y no le deja respirar, un joven delicado y sensible que no podría abrirse como una flor porque arrancarían su pistilo sin ningún tipo de vacilación, cree ella. Por supuesto, como todos los que creen qué se oculta en su interior, se equivoca. En su interior no hay nada más que lo mismo que en su exterior más superficial; la más profunda y densa indiferencia por todo que como narrador he visto nunca en ningún personaje. Por eso el relleno que hay en medio lo llena una enfermedad mental. Porque una persona no puede estar simplemente vacía.

En este momento El Suicida cree haber dado con la clave de por qué ninguna de sus relaciones dura:

¿Cómo va él a enamorarse de una persona que sea capaz de enamorarse de él?

Por eso el amor sólo le dura cuando es obsesivo, porque se obsesiona cuando no es correspondido. Cuando una chica empieza a enamorarse de él se aburre de ella y la acaba despreciando, rechazando y, algunas veces, incluso dañando a posta. Por supuesto nosotros sabemos que se equivoca, que esa no es la respuesta. Pero la verdadera respuesta se la dará un psiquiatra algún día y esa es otra historia que aún no ha tenido lugar en este espacio-tiempo que visitamos ahora mismo.


Diez minutos después piensa en dejar de fumar por quinta vez ese día y el amor le parece superfluo. Piensa en dejar de fumar porque le está matando y lo sabe. Aunque, nosotros también sabemos cómo termina esa historia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario