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13 sept 2009

Hay un loco con mi cara hablando en el cristal



Hay días en que a uno le apetece quitarse la máscara y mirarse al espejo (eso cuando uno es consciente de llevar una máscara) y decirse unas cuantas verdades a la cara. Verdades de las que duelen. De las que te hacen contraer el rostro ante el espejo, agarrarte con las manos bien fuerte a la pila del lavabo y sentir como tu alma se retuerce en tu interior, dolorida y asustada. Probad a seguid mirandoos a los ojos y seguir repitiendolo. Lo que sea. Puede ser adecuado a cualquier situación. "Vas a suspender, idiota". "Deja de hacer la estúpida, él pasa de tí".... Lo que fuere en el momento. Al final alivia. Yo tengo suerte. Cuando me planto ante mi espejo y arrojo la máscara al suelo, puedo darme la vuelta y contemplar el mundo entero. Y escupirle una verdad de esas que duelen al mundo entero, al mundo en general. A veces me gustaría salir a la calle y susurrarle esas cosas a la gente. Siendo invisible a sus ojos. Como una sombra eterea que danza al son del viento, y al pasar a su lado, susurrar unas palabras mágicas. Susurrarles que su conciencia no debería estar tan tranquila. Porque si que tiene culpa de lo que pasa en el mundo, y el encogimiento de hombros o el apartar la vista no es intentar ser mejor persona. A veces le grito al mundo. "¡Os vais a morir, todo el mundo se muere!" y entonces veo como la gente se vuelve hacia mi. Como si nadie jamás antes lo hubiese dicho. Y todos son conscientes de ello de golpe. Los casados infelices tiran los anillos al alcantarillado y corren a comprar un ramo de rosas a las amantes. Los jovenes tímidos se hincan de rodillas frente a las chicas de su clase en el instituto. Los bares se llenan, la producción de preservativos se agota, los camellos tienen falta de material... Y yo me siento en mi escritorio, con el cigarrillo entre los labios y me concentro ante el papel en blanco. Porque yo también voy a morir. Pero dejaré vida eterna tras mi. Otros días me siento en uno de los rascacielos más altos de la ciudad y observo. Observo el mundo. Cuando me levanto camino al rincón del baño donde dejé mi mascara un pensamiento da vueltas en mi cabeza. No somos iguales. Más allá de toda la parafernalia y lo bonito que resulte decirlo, despojado de la máscara puedo ser libre y lo pienso. No somos iguales. La gente es superior a otra. Los negros no son como los blancos. Los blancos no son como los chinos. Los murcianos no son como los catalanes. Los vascos como los maños. Los inteligentes son superiores a los idiotas. Los fuertes a los débiles. Los rápidos a los lentos. Y a los lentos se los comerá el tigre. Como siempre ha sido. Entonces me miro al espejo con la máscara entre las manos y sonrío. Y tengo ese pensamiento que me hace sentir siempre tan orgulloso y feliz. Pienso "No soy como tú". Y entonces me pongo la máscara, las alas se retraen, las palabras vuelven a mí, el portal a mis espaldas se cierra y vuelvo a ser un chico normal, con su madre aporreando la puerta del baño mientras grita "No gastes todo el agua caliente". Solo alguién más. Pero no como tú.

Sentirse diferente aunque nadie te entienda
esta noche el cielo estrellao, chocolate con almendras
estoy borracho en mi azotea
no hay pinza que me mantenga, con vida
LA SENSACIÓN DE ESTAR AL FILO ES ADICTIVA...

2 comentarios:

  1. Porque yo también voy a morir. Pero dejaré vida eterna tras mi.


    Cómo te inspira la lluvia eehh, es beyo beyo!:D

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  2. El cielo se resquuebraja,
    y caen de sus entrañas gotas ácidas que disuelven la vida.
    No hay nadie en las aceras.
    Y la ciudad siente.

    Quítate la máscara, y sal a empaparte de lluvia y viento.

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