UA-67049947-1

11 sept 2009

Mirror mirror on the walk...



En la esquina superior izquierda del espejo hay un retrato en blanco y negro. Lo que fuí. En la esquina superior derecha hay un dibujo. Lo que seré. En medio está mi reflejo. Sonriendome. No entiendo que encuentra de divertido a la situación mi reflejo, no se porque me sonríe. Yo no lo hago. Tras mí ella aguarda. Me dirijo hacia ella tras haberme lavado el rostro.

-¿Estas segura?-le pregunto de nuevo

-Lo estoy-dice ella, totalmente segura

-Esas personas tienen familia, sueños, esperanzas, deseos, amores...y un sin fin de cosas que no podrán volver a tener si lo vuelves a decir-le digo-Quizás anoche cometieron un error, irían borrachos

-No me importa-dice

-¿Y que ordenas?-digo

-No ordeno nada a nadie, solo deseo-dice

-Your wish is my desire baby-le digo con ese acento marcado de caballero inglés

-Deseo que mueran

Rio entre dientes. Contento de su elección. Entonces, me abro la muñeca con el cortaplumas que tiene en el escritorio. Y de mis venas abiertas brotan palabras a borbotones. Caen sobre el papel en blanco del centro de su escritorio. Y forman una promesa. Le acerco la herida a la boca, se aparta con gesto de asco.

-Peor para tí, humana-digo

Y cierro la herida con mi lengua. Entonces me transformo en sombra y simplemente me escapo a mitad de la noche. La luna aulla una poesía desgarradora. Los adoquines arden y cantan la historia de alguna puta muerta. Hay colillas por todas partes. Si pudiese morir fumaría. Los mortales, los humanos, no se dan cuenta de la suerte que tienen. No saben las vidas que sacrificaría por poder envejecer. Por poder ser mortal. Por estar vivo. Porque yo no estoy vivo. ¿Cómo puede estar vivo un organismo que no puede morir? Simplemente no puede. Sobrevive en el limbo. Los dioses envidian a los humanos, por eso les mandan plagas y enfermedades. Porque pueden morir. Porque aún tienen un motivo para vivir la vida. Que se acaba. Y pronto. Llevo demasiados siglos en este mundo, y me aburre. Tras sobrevolar un rato la ciudad les diviso en un callejón. La muchacha, aún integra, no se equivocaba. No cometieron un error. Lo hacen todas las noches. Estan al acecho de alguna chica que se le ocurra pasar sola, camino a casa. Es un mundo peligroso. Pero no para mí. No puedo morir, asi que...¿que iba a temer?. Tomo mi verdadera forma y bajo al callejón. Sus caras de horror me recuerdan que hay algo bueno en ser un vampiro. Esas miradas, como del que no acaba de comprender su suerte, sus pupilas dilatadas, negandose a creer lo que tienen delante. Pueden no creerlo, pero lo tienen. Aquí estoy yo. Y mis colmillos. Y su sangre. Y mi boca. Y mi lengua. Y su muerte. Cuando estoy agotando la vitae del último humano, con mis propias mandibulas, me fijo en sus ojos. Y ahí esta mi reflejo. No el que veo en los espejos. Si no el autentico. Sin sonrisas en mi cara, ni gestos divertidos. Solo el cabello alborotado, los ojos rojos, los colmillos goteantes. Veo un monstruo. Aún no sé porque mi reflejo toma diferente forma en los espejos, pero no me gusta lo que veo en sus ojos, veo a un monstruo. Cuando muere me siento en el suelo. Rodeado de sangre y cadaveres. Es curioso el mecanismo humano. Cuando gobierna la vida, los tejidos son los que toman el aspecto externo. Cuando la muerte domina a la vida, los huesos definen su imagen. No entiendo lo del reflejo. Hay una colilla en el suelo, encendida aún, alguno de ellos estaría fumando, la agarro con mis dedos largos y le doy una calada. Sabe a sangre. "Todo se lee al reves en los espejos Alucard" pienso. Y entonces desaparezco.

No sabía si estaba llorando o era sangre lo que corría por mi cara. Pero no me importaba. Llacía en una extraña posición en el suelo, con la sangre resbalando por la herida requemada de la bala a quemarropa en el pecho. Marta estaba a tan solo dos metros de mí, siendo violada por aquellos despojos humanos. A uno de ellos, en mitad del frenesí se le había caido la pistola. Casi podía alcanzarla. Pero estaba muerto. Aun así...mi mente giraba a toda velocidad y concluyó algo. "Aún puedes irte con las botas puestas" decía una voz en mi cabeza "Antes de que el diablo sepa que has muerto". Y tomé la decisión. ¿Cuanto tardaría el diablo en venir a por mi alma tras enterarse de mi muerte? Muy poco. Lo suficiente. Me incorporé a rodillas, aún muerto, tambaleante y frágil y agarré la pistola. "Vamos" susurraba la voz en mi cabeza "Antes de que el diablo sepa que has muerto" Y apreté el gatillo como si eso me fuese a devolver la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario